F., un españolista moderado estaba exaltado esta semana pasada. Le cogió por sorpresa el 11 de septiembre y la dinámica que generaron los "iluminados" que dominan CiU. De hecho, afirmaba contra viento y marea que todo era una táctica para conseguir una nueva financiación. Cuando vio el adelanto electoral y el programa con el que concurría la federación nacionalista se puso nervioso, mucho, y más teniendo en cuenta que les había votado más de una vez.
Ahora, después de la debacle, está alegre y optimista. Según él este gobierno tiene los días contados y "los catalanes, un pueblo comericante y cobarde" se contentarán con una mejora fiscal o financiera en su régimen. Hablamos de ello y no le pude convencer de que atribuir caracteres intemporales a un pueblo, acomodarlos al tópico con el que distribuimos la cartografía humana para orientarnos, puede ser un grave error si, una vez situados, no nos damos cuenta de los desajustes entre el mapa y la realidad.
Que hasta ahora haya predominado en el comportamiento político dominante en este país la prduencia y el cálculo no significa nada: muchos auguraban, tras la unificación alemana, el rebrote del militarismo alemán, consustancial a su carácter. Han pasado más de viente años y ningún síntoma hay en el horizonte que aliente esta perspectiva. Y el argumento de que se ha sustituido la
Wehrmacht por el
Bundesbank no merece más atención en este sentido.
Si una intensa labor educativa y política desde los cincuenta ha conseguido prácticamente borrar el militarismo del imaginario colectivo alemán, ¿porqué no ha podido pasar, en otra escala y con otras causas, lo mismo con esos supuestos rasgos distintivos del "catalán" que eran el mercantilismo y la cobardía?
Tiempo al tiempo.