Finalmente, unas últimas observaciones en torno a las reflexiones de Fichte sobre la educación en los
Discursos a la nación alemana. Uno de los ejes fundamentales de la "Nueva Educación" es, por supuesto, la idea de la bondad natural del hombre, una bondad que se corrompe por obra de la sociedad. Consecuentemente, la identificación entre infancia e inocencia es inevitable ("...el hombre, por regla general, se vuelve peor, más egoísta para todas las emociones buenas, más atrofiado e inútil para toda obra justa, cuantos más años tiene y cuánto más se aleja de los primeros días de su inocencia, que primeramente aún sigue resonando suavemente en algunos presentimientos de lo bueno", p353) y la responsabilidad de la degeneración egoísta recae en la sociedad: "no es la naturaleza lo que nos corrompe, ésta nos crea con pureza; es la sociedad" (p405). Con este esquema, se abre la puerta a ese "paidocentrismo" que enarbolará como estandarte la escuela abierta pues la educación deberá tomar sobre sí la tarea de evitar la corrupción moral de ese estado de inocencia inicial alejando al infante del modelo de un adulto "en miniatura" o un "proyecto de adulto": "Ahora el alumno es el centro, el eje sobre el cual gira el proceso educativo. En una posición de clara inspiración rousseoniana Montessori postulará su máxima 'el niño, padre del adulto' para representar el radical giro que esta postura representa para la educación. Para Claparéde esta transformación es una verdadera revolución que traslada así la educación de un 'magistrocentrismo' a un 'paidocentrismo'. El siglo XX será para la psicopedagogía el 'siglo del niño'" (Zubiría, J:
De la escuela nueva al constructivismo, p104).
Asimismo, cuando la escuela abierta manifiesta su rechazo del materialismo consumista actual lo hace siguiendo un esquema ya establecido en Fichte y propio del romanticismo aunque lo haya pasado por el tamiz de cierta crítica izquierdista
low cost. Por ejemplo, los estatutos de la
Ligue Internationale de l'Éducation Nouvelle ya postulaban en los años 20 del siglo pasado que se debía "preparar al niño para el triunfo del espíritu sobre la materia" (Ferrandez-Sarramona,
L'Educació, p158), tal como el alemán proclamaba: "La nueva educación invierte precisamente este orden...Hasta ahora, en la mayoría vivía solamente la carne, la materia, la naturaleza; con la nueva educación debe vivir en la mayoría, incluso prontamente en todos, sólo el espíritu y éste ha de ser el que la mueva" (p337). Y, si éste esperaba de la Nueva Educación "que todos los componentes necesarios del hombre sean formados sin excepción y con uniformidad" (p260-261), sus lejanos descendientes plasmaron su deseo en en el Preámbulo de la LOGSE, la ley española que consagró la hegemonía de la escuela abierta y su conversión en paradigma estatal: "El objetivo primero y fundamental de la educación es el de proporcionar a los niños y a las niñas, a los jóvenes de uno y otro sexo. una formación plena".
Con estos ejemplos no resulta extraño ni descabellado pensar que un "aire de familia" recorrería Europa, fantasmagóricamente, desde hace siglos: el sueño de una enseñanza desmemoriada, inocente, sin repetición, dureza ni esfuerzo, de una educación única, espiritual, artística, libre, transformadora, leve, creativa, originaria... Un sueño que, como casi todos aquellos que no se fundan en una
docta spes (Ernst Bloch), puede trocarse en delirio y pesadilla...