Mostrando entradas con la etiqueta Pla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pla. Mostrar todas las entradas

25 de junio de 2011

Escribe Pla...


"A mi no m'han agradat mai els tipus estranys, extravagants, bohemis, genialoides o misteriosos. De misteris, ja n'hi ha prou amb els que es presenten a cada moment" (El quadern gris, p436).

Uno lo suscribe plenamente...

4 de abril de 2011

4 de abril de 2011: Pla y Argullol (y II)


Para ser justos con Argullol quizás el problema de su libro recaiga en su ambición. Argullol aspira a decir "cosas importantes", a hablar sobre asuntos máximamente universales y la empresa, como nos pasa a muchos de nosotros, excede sus fuerzas.

Por contra, Pla no es sólo que escriba maravillosamente bien. La prosa de Pla es musical, magnífica, rica... casi espectacular en algunos pasajes. Ello no desmerece la de Argullol, que es más que correcta. Pero la mezcla entre su extraordinaria prosa y la aparente modestia de sus objetivos le permiten alcanzar una armonía entre forma y contenido que pone más de manifiesto la fallida desmesura del propósito de Argullol.

Un par de ejemplos bastan:

"Todo este tiempo, toda mi vida: él hubiera podido ser yo y yo, él. El rótulo de 'Barcelona' era el mismo, y bajo el efecto del calor nadie podía discernir cuál era la población original y cuál la copia. Per ¿había copia? ¿No imitaba mi Barcelona a aquella otra Barcelona que abría el camino del sertâo? ¿No imitaba yo a este hombre que, en realidad era el original?" (Visión desde el fondo del mar, p105)

"Al meu entendre, la forma més concreta i agradable de la independència és poder viure sense necessitat d'escoltar ningú" (El Quadern gris, p36)

"En mi opinión, la forma más concreta y agradable de la independencia es poder vivir sin necesidad de escuchar a nadie" (trad. propia).

3 de abril de 2011

3 de abril de 2011: Pla y Argullol (I)


Finalmente una solución de compromiso: para alternar con Tucídides y seguir con el género autobiográfico, El quadern gris de Josep Pla aparcando Argullol hasta acabar el dietario. Un amigo comenta: "¡Hombre, no hay color!" dándole a entender a uno que su decisión no tiene ningún mérito y que, aunque sometido a crítica social y política, el canon objetivo no es una simple superestructura de dominación sino que algún fundamento tiene. Poner en el mismo plano a Pla y Argullol sería tan estúpido como hacerlo con Mikis Theodorakis y Beethoven.

Tal vez por ello uno se siente ligeramente culpable por su juicio sobre Argullol. Pasados los sesenta, probablemente de aquella fatuidad y pedantería le quede muy poco. Y si queda, es igual. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.