31 de agosto de 2021

Electricidad, silencio y extrema derecha


 

Resulta un poco cómico el silencio de la izquierda realmente existente que ejerce actualmente (y nominalmente) el poder político en España ante el disparatado encarecimiento de la electricidad que está empezando a golpear severamente a los ciudadanos, en especial a los más desfavorecidos.
 
Es evidente que la derecha política no hace mucho, salvo utilizar el hecho demagógicamente y que si estuviera al timón se encogería de hombros, pero la falta de iniciativas razonables y equilibradas no se compensa con el sempiterno mantra de "Y la derecha ¿qué?": muestra la incapacidad de esta izquierda para gestionar una política económica transformadora en términos de justicia social. 
 
¿Qué es lo que propone? Una especie de lucha cultural que no cabe negar que tiene su importancia, pero que puede acabar encubriendo la realidad, siendo ideología en el sentido más marxista de enmascaramiento de lo que acontece. O sino ¿cómo describir las afirmaciones de la afortunadamente desaparecida del primer plano Carmen Calvo acerca de lo que era significativo en este proceso de desbordamiento de los precios? “El temazo no es a qué hora se pone la lavadora, sino quién la pone y quién plancha”. Eso decía la ínclita señora. Que quién pone la lavadora es importante, es cierto. Pero también lo es, y mucho, a qué hora tenemos que ponerla para no arruinarnos.
 
Encogernos de hombros y dedicar las energías a la lucha cultural que es lo "verdaderamente crucial": cuándo quien pone ahora la lavadora deje de tener que ponerla, la factura de la luz descenderá. Pensamiento mágico o ideología. El riesgo de entregar la cuestión de la riqueza a la extrema derecha está ahí, a la vuelta de la esquina.

26 de agosto de 2021

Totalitarismo y quema de libros

 

A menudo tendemos a identificar el antiintelectualismo y el odio a la cultura con el nacionalsocialismo y el fascismo. Creo que esta interesada reducción olvida que buena parte de la práctica comunista, una práctica que hubiera repugnado a Marx y Engels, no fue ajena a este rechazo. Muchos de nosotros tenemos en la retina las consabidas imágenes de la quema de libros pública del 10 de mayo de 1933 durante la "Acción contra el espíritu antialemán". Pocos, desde luego no el que escribe, conocíamos que estas acciones se llevaron a cabo de modo más discreto pero igualmente peligroso en la China comunista. ¿Por qué limitamos el odio a la cultura al nazismo y el fascismo?

"La persecución contra los literatos también comportó la quema de libros a gran escala. Entre enero y diciembre de 1951 se quemaron o vendieron como papel de desecho un total de 237 toneladas de libros. La Shangwu Yinshuguan, una de las editoriales más grandes del país, debía de tener unos 8000 títulos en prensa en verano de 1950. Un año más tarde se había considerado aceptable la circulación de tan solo 1234 de estos. Se realizaron conferencias sobre «cómo librarse de los malos libros». En algunos casos, colecciones enteras acabaron en las llamas, como por ejemplo 17 000 cajas de ejemplares de la famosa antología de obras maestras de la literatura propiedad de Wang Renqiu. En Shantou, uno de los puertos que durante el siglo XIX se habían abierto al comercio extranjero en virtud de los tratados, una gigantesca hoguera que ardió tres días seguidos devoró 300 000 volúmenes que representaban «vestigios del pasado feudal». Algunos de los cuadros del Partido encargados del control de la cultura se tomaban su trabajo tan en serio que reducían a pulpa de papel todo lo que encontraban, incluso libros que ni siquiera constaban en la lista negra; una lista, por otra parte, confusa, porque sufría continuos cambios." (Dikötter, F. La tragedia de la liberación, pg. 320-321).

24 de agosto de 2021

La crítica al totalitarismo y los excesos del anticomunismo


Y siguiendo con el libro de Dikötter, una reflexión. La necesaria crítica del comunismo totalitario no debería ampararse en un burdo anticomunismo, como tampoco ser su consecuencia o su fundamento. Cuando esto ocurre puede falsearse la historia y legitimarse un dogmatismo tan insoportable como el que se pretende criticar. Para realizar una crítica inflexible de los crímenes cometidos por los maoístas o el Partido Comunista Chino o los comunistas chinos, no es necesario idealizar el estado de cosas que pretendieron subvertir.

Escribe Dikötter a propósito de la reforma agraria inicial tras el triunfo del movimiento revolucionario en China: "Tras varios meses de trabajo paciente, los comunistas lograron soliviantar a los pobres contra las figuras prominentes de las aldeas. Una comunidad que en otro tiempo había estado muy unida se polarizó en dos extremos. Los comunistas armaron a los pobres, a veces con pistolas, más a menudo con picas, bastones y azadas. Se denunciaba a las víctimas como «terratenientes», «tiranos» y «traidores», se les detenía y se les encerraba en establos. Milicias armadas sellaron la aldea. No se permitía entrar ni salir a nadie. Todo el mundo tenía que llevar una tira de tela que identificaba su origen de clase. Los terratenientes exhibían una tira blanca, los campesinos ricos una rosada y los campesinos medios una amarilla. Los pobres exhibían con orgullo una tira roja.

Uno tras otro, los enemigos de clase eran arrastrados a un escenario donde sufrían las denuncias de una multitud de cientos de personas que pedían su sangre a gritos y exigían un ajuste de cuentas en una atmósfera impregnada de odio. Las víctimas eran denunciadas sin piedad, sufrían burlas, humillaciones, palizas, y se les daba muerte en las «sesiones de lucha». Al cabo de poco tiempo, una orgía de violencia se adueñó del pueblo, porque todo el mundo vivía con miedo de las represalias procedentes de milicias privadas, dirigidas por personas que habían sido prominentes y habían logrado salvarse.

A muchas de las víctimas las pegaban hasta matarlas y a otras las ejecutaban de un disparo, pero en muchos casos las torturaban antes para obligarlas a revelar dónde se encontraban sus bienes, tanto si éstos existían como si eran imaginarios. No faltaban voluntarios." (pg. 118)

Realmente ¿hemos de creer que las comunidades rurales chinas estaban "muy unidas" hasta que llegaron los comunistas? ¿Que en la sociedad agraria no había conflictos, luchas, injusticias y arbitrariedades? ¿Que todas ellas acaecieron súbitamente con la irrupción de las banderas rojas? ¿La ideología comunista apareció para destruir un orden armónico y desencadenar una orgía de crímenes? ¿Antes imperaba la concordia?

El totalitarismo, en este caso el comunista, puede ser rechazado por su propia práctica: no es necesario construir un escenario ficticio y convertirlo en la fuente originaria de una violencia que habría caído sobre grupos humanos antes pacíficos y fraternos bajo estructuras políticas y económicas cuasi feudales.

22 de agosto de 2021

El Oriente idealizado

 

Leyendo La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957), de Frank Dikötter, uno se reafirma en sus sospechas acerca de ese tópico del repertorio filosófico de garrafón consumido por una gran parte de los opinadores y creadores de productos culturales de cierta izquierda ahora dominante acerca del papel del "pensamiento occidental" en el Holocausto y otras barbaridades del siglo XX. Una lectura simple y unilateral de segunda mano sobre la Escuela de Frankfurt y unos cuantos textos breves mal digeridos del postestructuralismo francés (especialmente Foucault, Derrida y Deleuze) y de Lévinas, que a su vez seguían el persuasivo relato heideggeriano de la "metafísica de Occidente", han contribuido a difundir la idea de que la racionalidad y la Ilustración europea fueron, de alguna manera, responsables de las catástrofes del siglo XX. 

Para aquellos que vuelven la mirada a un "Oriente"-zen idealizado huyendo de esa generalización idiota de Occidente, estas líneas tal vez ayuden a situar la barbarie más allá y más acá de la racionalidad. Solo habría que reemplazar Nanking por Varsovia o Kiev, China por la URSS y Harbin por Auschwitz:

"En diciembre de 1937, las tropas japonesas habían tomado la capital, Nanking, y habían masacrado sistemáticamente a civiles y soldados desarmados en una orgía de violencia que se prolongó durante seis semanas. Los japoneses juntaban a los cautivos y los ametrallaban, los hacían saltar por los aires con minas terrestres o los acuchillaban hasta la muerte con sus bayonetas. Las mujeres, niñas y ancianas incluidas, eran violadas, mutiladas y asesinadas por unos soldados sin control. No se ha logrado una estimación fiable del número de muertes, pero los cálculos van desde un mínimo de 40 000 hasta un máximo de 300 000. Durante los últimos años de la guerra, una implacable política de tierra quemada con la que se trataba de castigar la resistencia de las guerrillas devastó algunas regiones del norte de China, donde los japoneses quemaron aldeas enteras. Hombres de edades comprendidas entre los quince años y los sesenta, sospechosos de colaborar con el enemigo, eran arrestados y ejecutados. Los japoneses utilizaron armas biológicas y químicas durante todo el período de ocupación. Se llevaron a cabo experimentos letales con prisioneros de guerra en una serie de laboratorios secretos que se extendían desde el norte de Manchuria hasta la subtropical Guangdong. Las víctimas padecían vivisección sin anestesia después de que sus captores las infectaran con diferentes gérmenes. A otras les amputaban miembros, les extraían el estómago o les seccionaban quirúrgicamente partes de los órganos. Se probaban armas como lanzallamas y agentes químicos con prisioneros atados a estacas. En el complejo del Escuadrón 731, unas notorias instalaciones cercanas a Harbin en las que había un aeródromo, una estación de tren, barracones, laboratorios, salas de operación, crematorios, un cine e incluso un templo sintoísta, se preparaba ropa contaminada para difundir la peste, el ántrax y el cólera, que luego se arrojaban dentro de bombas sobre la población civil". (pg. 29)

20 de agosto de 2021

Tolerancia social, perspectiva de género y ciencia

 


No deja de sorprenderme el silencio de tantos opinadores, socialmente comprometidos con las más diversas causas, sobre la tolerancia social con los más de cien muertos diarios por la COVID19 durante esta explosión de "libertad" en la nueva ola de la pandemia. Ni una crítica a nada ni a nadie...
"Saldremos mejores"...
Por supuesto.
 
Una sopresa similar a la que a uno le produce el debate sobre el propósito de ordenar la enseñanza curricular de las Matemáticas en Primaria desde la perspectiva de género (si he entendido bien la propuesta del gobierno español). La simplificación, el pensamiento, o mejor dicho, el discurso hiperbólico y la ideologización sectario-religiosa llevan a confundir la velocidad con el tocino. Trabajar por la igualdad efectiva no implica tragarse memeces como que el sesgo de género interviene decisivamente en el conocimiento científico. Es una estupidez a la altura de la de los nazis y su "física judía" o los estalinistas y su "ciencia burguesa". 
 
Todavía recuerdo algún prócer afirmando que el principio de no-contradicción era burgués...
«Las Matemáticas no son machistas ni feministas; la ciencia es ciencia»
El catedrático de instituto Ricardo Moreno advierte de que la educación en España «se basa en el engaño

15 de agosto de 2021

Y acabando sobre el asesinato de los Romanov: Roberts, Carr, Trotsy y Serge


 

Para acabar la reflexión sobre la estilización de algunos relatos históricos y sus riesgos. Sophy Roberts describe con esta plasticidad casi "gore" el asesinato de la familia Románov por los bolcheviques:
 
"Los bolcheviques apuntaron primero al zar, dándole en el pecho, para después desatar una descarga de balas que llenó el recinto de humo. Uno de los ejecutores vomitó. A otro lo alcanzó en el brazo una bala rebotada. El pelotón esperó a que se disipara el humo y luego apuntó al zarévich. El muchacho se desplomó de su asiento al suelo, malherido, pero respirando aún. En vista de que las balas no parecían penetrar en los cuerpos de las chicas, los ejecutores recurrieron a cuchillos y bayonetas, resbalando en los charcos de sangre del suelo. Les llevó veinte minutos acabar con todos. La hija más joven, Anastasia, fue la última de los Románov en morir: le aplastaron el cráneo a culatazos" (Los últimos pianos de Siberia", pg. 168).
 
Quiero pensar que si hubiera leído una descripción de este estilo en vez de, por ejemplo, la omisión del asunto en el archiconocido libro de E.H. Carr (La revolución rusa. De Lenin a Stalin [1917-1929]), en la crónica que escribió Trotsky (Historia de la revolución rusa) o, sobre todo, el relato clínico de Victor Serge, tal vez no lo hubiera tenido tan fácil para justificar lo injustificable. 
 
Escribió Victor Serge:
 
"Algunos anarquistas y socialistas-revolucionarios de izquierda, recelosos de los bolcheviques, preparaban un golpe de mano contra la casa Ipatiev. Los proyectos que tenía en la mesa el Vtsik eran otros; hubieran querido que el proceso del zar se llevase a cabo por los proletarios del Ural. Este proceso había de abrirse a finales de julio. Trotski habría actuado de acusador público. La aproximación de los checoslovacos apresuró el desenlace. La Checa de Ekaterimburgo acababa de descubrir un complot de oficiales y de detener a varios enviados del embajador de Serbia, Spalaikovich. El día 12 de julio el Soviet levantó acta de la imposibilidad de realizar un proceso: los checoslovacos se acercaban por dos lados; podían apoderarse de la ciudad antes del fin de la semana. Se decidió proceder a la ejecución de los Románov sin tardanza y a la destrucción completa de sus despojos, a fin de no dejar reliquias para el futuro.
 
Se dio el encargo de proceder a la ejecución a un obrero de la fábrica de Verj-Isetks, Piotr Zajarovich Ermakov, con un grupo de hombres de confianza. En la noche del 15 al 16 de julio, hacia las doce, se invitó a Nicolás II, a la zarina, al zarevich Alexis, a las cuatro jóvenes grandes duquesas, al doctor Botkin, al aya y al preceptor del ex heredero del trono (en total 11 personas), a que se congregasen en una habitación de la planta baja. Aguardaban un nuevo traslado. Se alinearon frente a hombres armados. Alguien les leyó, en nombre del Soviet regional, la sentencia de muerte, que ni siquiera tuvieron tiempo de comprender bien. «¿No nos trasladan entonces?», se limitó a decir Nicolás II, sorprendido. No tuvo tiempo de volver de su sorpresa. Al cabo de unos momentos los Románov eran ya solo un montón de cadáveres caídos contra una pared agujereada por las balas. Un camión llevó sus despojos, envueltos en mantas, hacia una mina abandonada, situada a ocho verstas de la ciudad. Una vez allí, se les registró cuidadosamente las ropas; en los vestidos de las grandes duquesas se encontraron gran número de brillantes; una vez quemados los cadáveres, se enterraron las cenizas en un pantano próximo. La destrucción fue tan completa que, a pesar de dos años de investigaciones obstinadas, los blancos no consiguieron encontrar nada." (El año I de la Revolución rusa).
 
La estilización: "Al cabo de unos momentos los Románov eran ya solo un montón de cadáveres caídos contra una pared agujereada por las balas"... Una ejecución, un instante, casi sin sangre y mucho menos crueldad... Un proceso que debería haberse celebrado pero no pudo ser...

14 de agosto de 2021

Slezkine sobre el asesinato de los Románov


 

Abundando en el ejemplo de edulcoración histórica del asesinato de los Románov (y alguno de mis colegas lectores ya hará un mohín al reemplazar "ejecución", más distante, objetivo y judicial, por "asesinato", más próximo, subjetivo y vengativo) Yuri Slezkine en su magnífico La casa eterna recoge la descripción del jefe del pelotón ejecutor, Yurovski:
 
"Una de las primeras ejecuciones masivas llevadas a cabo por los bolcheviques fue la del zar, su mujer, su hijo, sus cuatro hijas, su médico, su cocinera, su doncella y su ayuda de cámara el 17 de julio en un sótano de Ekaterimburgo. Los asesinatos los ordenó Sverdlov, se supone que después de consultarlo con Lenin, y los supervisó en aquella misma ciudad Goloschokin, que había estado poco antes en Moscú (donde se alojó con los Sverdlov, como de costumbre). Según Mijail Yurovski, jefe del pelotón de ejecución: 
 

Los disparos duraron mucho tiempo y, aunque yo tenía la esperan-za de que la pared de madera impediría que las balas rebotasen, rebotaron en todas las direcciones. Hasta pasado un buen rato no pude detener los disparos que se habían vuelto desordenados. Pero cuando por fin pude hacerlo, vi que muchos seguían vivos. Por ejemplo, el doctor Botkin estaba tendido de costado apoyado en el codo derecho, como si descansara. Lo rematé de un disparo de revolver. Alekséi, Tatiana, Anastasia y Olga también seguían con vida. Y Demidova también. El camarada Ermakov intenó rematarlos con su bayoneta, pero no pudo. Sólo después quedo claro el motivo (las hijas llevaban pectorales de diamantes, una especie de corsés). Tuve que dispararles uno por uno.

 
Según otro de los verdugos:
 

La última en caer fue [Demidova], que intentó defenderse con un cojín que tenía entre las manos. El anterior heredero siguió dando síntomas de vida mucho tiempo, a pesar de que había recibido varios disparos. La hija más joven del anterior zar cayó de espaldas y fingió estar muerta. Cuando el camarada Ermakov se dio cuentas la mató de un tiro en el pecho. Se plantó encima de sus brazos y le disparó en el pecho.

 
Un tercer miembro del pelotón de ejecución había subido al desván para asomarse a la ventana.
 

Al bajar del desván al lugar de la ejecución, les dije que los disparos y los aullidos de los perros se oían en toda la ciudad, que se habían encendido las luces del Instituto Minero y las de la casa de al lado, y que había que detener los disparos y matar a los perros. Entonces cesaron los disparos y ahorcaron a tres de los perros, aunque el cuarto, Jack, dejó de ladrar y no le hicieron nada. 

 
Goloschokin esperó fuera. Según otro verdugo, cuando sacaron el cadáver del zar en una manta, él se agachó para echarle un vistazo. Luego «un soldado del Ejército Rojo llegó con el perrillo faldero de Anastasia ensartado en su bayoneta [...] y lo tiró al lado del cadáver del zar. "Los perros merecen morir como perros" , dijo desdeñoso Goloschokin»."

 

13 de agosto de 2021

La edulcoración histórica


 

En Los últimos pianos de Siberia, de Sophy Roberts, leo un pasaje que suscita alguna reflexión inadecuada sobre los riesgos de la edulcoración histórica.

Escribe Roberts a propósito del cautiverio de la familia real rusa en Ekaterimburgo antes de su ejecución por los bolcheviques (descrita con un poco menos de pudor de lo que es habitual, sin caer en la pornografía violenta, lo cual se agradece):

"El príncipe Lvov, primer ministro tras la abdicación del zar estaba en Ekaterimburgo al mismo tiempo que los Románov. Lvov no es un testigo fiable, pero su versión de los hechos es más siniestra: por las noches, los guardias acosaban a las hijas del zar para que tocaran el piano. Una campesina que vivía con los soldados corroboró más tarde este relato" (p172).

Teniendo en cuenta, como antes ha relatado la autora, que las borracheras estaban a la orden del día en la planta que ocupaban los guardianes, ¿vamos a creer ingenuamente que el "acoso" se ciñó a algo tan espiritual y sensible como que las hijas del zar accedieran a tocar bellas melodías en el piano?

De la misma forma que durante décadas dominó una lectura de Auschwitz de la cual estaban ausentes las violaciones y casi ausentes los malos tratos y las crueles palizas y torturas diarias, en el relato de la ejecución de los Romanov ha predominado una asepsia que solo recientemente empieza a disiparse. De la misma forma que su asesinato no fue limpio y mecánico sino sañudo, brutal y salvaje, digno de una película gore, ¿el ambiente que lo precedió fue tan desapasionado y neutro como se nos ha acostumbrado a describir?