19 de julio de 2011.
Segunda jornada de densa niebla y lluvia, esta vez más intensa que la anterior. Desde media mañana parece que haya atardecido. Salimos lo justo para comprar pan, bebida y algunos dulces para languidecer durante la larga tarde.
Música y lectura interrumpidas por fugaces miradas al exterior. Las mojadas copas de los árboles no se distinguen más allá de una quincena de metros. La luz de las farolas de la calle tapada por la gasa de la niebla apenas iluminan. Doy un descanso a Derrida, avanzo docenas de páginas de la insustancial novela de Bolaño y jugamos con los noticiarios de la BBC, sin voz, de fondo. Anochecer de lámparas de pie que se expande durante horas.
¿Era así la vida de la burguesía ilustrada inglesa del XIX? ¿Sentados en sillones más o menos confortables entregados a la lectura y la contemplación de una naturaleza no hostil pero tampoco acogedora? Claro que hay que dejar de lado la cantidad de dulces, pastas y alcoholes necesarios para soportar de buen humor la reclusión pero esa reconstrucción que muchos de nosotros llevamos ¿se corresponde a la realidad o es un modelo literario?
Según Itamar Even-Zohar, una de las funciones primordiales de la literatura es proveer de modelos de comportamiento al individuo:
"Es decir que los textos proporcionan no sólo explicaciones, justificaciones y motivos, sino también -o a veces en primer lugar— esquemas (o scripts) de acción. La gente que lee o escucha (o mira) estos textos no sólo recibe de ellos concepciones e imágenes coherentes de la realidad, sino que puede extraer de ellos instrucciones prácticas para su comportamiento cotidiano. Así, los textos proponen no sólo cómo comportarse en casos particulares (por ejemplo, cómo co- mer o hablar, besar o reaccionar a un acontecimiento cualquiera), sino cómo orga- nizarse la vida: si ejercitar o no, y de qué manera, diversas opciones. Por ejemplo, enamorarse, casarse, tener hijos, trabajar o evitar todo trabajo, sentirse feliz de morir por la patria... En resumen, se trata de un repertorio bastante restringido de modelos para su ejecución" ("La literatura como bienes y como herramientas", 1997, accesible en
http://www.tau.ac.il/~itamarez/works/papers/trabajos/polisistemas_de_cultura2007.pdf).
Pero no sólo se trata de modelos de conducta sino también de modelos perceptivos y esquemas de inteligibilidad. La sensación de estar viviendo como los ingleses de clase ilustrada no proviene de ningún ejercicio intelectual o ninguna lectura histórica sino del acervo de textos literarios (desde Chesterton a Orwell, pasando por los actuales McEwan o Amis y, especialmente, Enid Blyton, la lectura fundamental de la etapa de formación infantil) que le ha provisto a uno de modelos y representaciones intelectivas y afectivas.
¿No está tras esta representación estética de la que uno extrae el goce de la reiteración, la identificación y la sueración de la temporalidad, así como las pautas del proceder vivencial de la situación concreta, un texto como este de Orwell al final de su
Hommage to Catalonia:
"Y luego Inglaterra, el sur de Inglaterra, probablemente el paisaje más acicalado del mundo. Cuando se pasa por allí, en especial mientras uno va recuperándose del mareo anterior, cómodamente sentado sobre los blandos almohadones del tren de enlace con el barco, resulta difícil creer que realmente ocurre algo en alguna parte. ¿Terremotos en Japón, hambrunas en China, revoluciones en México? No hay por qué preocuparse, la leche estará en el umbral de la puerta mañana temprano y el New Statesman saldrá el viernes. Las ciudades industriales, una mancha de humo y miseria oculta por la curva de la superficie terrestre, quedaban lejos. Allí, en el sur, Inglaterra seguía siendo la que había conocido en mi infancia: las zanjas de las vías del ferrocarril cubiertas de flores silvestres, las onduladas praderas donde grandes y relucientes caballos pastan y meditan, los lentos arroyuelos
bordeados de sauces, los pechos verdes de los olmos, las espuelas de caballero en los jardines de las casas de campo; luego la serena e inmensa paz de los alrededores londinenses, las barcazas en el río fangoso, las calles familiares, los carteles anunciando partidos de criquet y bodas reales, los hombres con bombín, las palomas en la Plaza de Trafalgar, los autobuses rojos, los policías azules.."