24 de octubre de 2011

En torno a Miłosz (II)


Como la desilusión con la obra de Miłosz en realidad dice poco del gusto y la capacidad lectora de uno y no afecta en nada al objeto de su recepción tal vez sería mejor matizar con una captatio benevolentiae. Los poemas tardíos de Miłosz en los cuales la vejez, no sólo el paso del tiempo, sino la misma decadencia física, el acabamiento del cuerpo y la conciencia de esta consumición que es, al paso, una consumación, son excepcionalmente conmovedores. De hecho, si uno hubiera empezado por ahí y ahí se hubiera quedado el polaco estaría en el panteón de poetas a los que volver una y otra vez.

Cuando en "Ventaja" escribe "¿Y qué me importa no desaparecer del todo? / ¿Dejar una obra, si el balance / Es incierto? No sé, tal vez valió la pena. / Peor en realidad no era esto lo que quería", o en "Autodescripción honesta con un vaso de whisky, en el aeropuerto, digamos que en Minneaṕolis" relata la insaciable búsqueda de visiones de cuerpos femeninos pese a ser ya "Viejo verde... hora de ir a la tumba" o, también, cuando en "Regiones lejanas" describe su declive físico ("Soy ridículo, con todo este morir mío. / La flaqueza de las piernas, el latir del corazón, es difícil ir cuesta arriba. / Yo, al lado de mi cuerpo insumiso, / Con la mente clara, como en un nido de montaña. / Y no obstante humillado por el asma, / Vencido por la pérdida del cabello y de los dientes") la aparente sinceridad de la factura no puede por menos de conmover.

Conmueve, también, la ternura que emana la irrecuperabilidad del pasado y el ocaso de la memoria de "En Szetejnie" ("Pero cuando ahora intento recordar todo lo que ha sido, sólo encuentro un pozo, y está tan oscuro que no se puede entencder nada") y, en general la mayor parte de la última producción del poeta polaco.

Ahora bien, los obstáculos que han acabado ahogando la compasión y la ternura provienen de al menos cuatro ámbitos distintos: uno emocional, otro retórico, uno más ideológico y, finalmente, otro filosófico.