Tanto el socialismo utópico, como el anarquismo, como el marxismo, pusieron entre paréntesis la pureza de la figura del docente. Marx, por ejemplo, en su
Crítica del programa de Gotha llamaba a sustraer la escuela de la influencia del gobierno y la Iglesia y consideraba que en el modelo educativo burgués el Estado educaba al pueblo en los valores burgueses valiéndose de los docentes. Y Lenin ya extraía la consecuente lección de esta concepción, más vinculada al adoctrinamiento que a la emancipación, del docente:
"Hay que reforzar sistemáticamente el trabajo de organización de los maestros nacionales para que,
en vez de puntal del régimen bugués, como son hasta hoy en todos los países capitalistas sin excepción (sn), se conviertan en puntal del régimen soviético" (3 de noviembre de 1920).
Más contemporáneamente, el postestructuralismo, refinó su crítica a la posición adoctrinadora del docente llegando en algunos casos (Althusser) a considerarlos elementos no sólo comprometidos con la reproducción del modo de producción capitalista al mismo nivel que policías o periodistas sino como el mismo corazón de aquélla o, como Foucault, a asimilar cárcel, fábrica y escuela y homologar la función social de los docentes con las de los celadores, carceleros o capataces de fábrica.
Hoy día, parece que la deriva de la izquierda realmente existente y la de los profesionales de la revolución está minusvalorando, nuevamente, el papel adoctrinador del docente que, a juicio de uno, es tan inseparable de su función como el otro.
Por ello bueno es recordar que, por ejemplo, la "bestia totalitaria" encontró uno de sus caldos de cultivo más apropiados en el estamento docente. Escribe, por ejemplo, Katrin Himmler en su ensayo
Los hermanos Himmler. Historia de una familia alemana a propósito del porcentaje de afiliación al Partido Nazi en los distintos grupos sociales:
"Las estadísticas oficiales del 1 de enero de 1935 muestran una afiliación del 7,3% para todos los grupos de la población activa. Superaban el promedio los empleados por cuenta ajena, que suponían el 12%; los funcionarios, que eran el 20% y los profesores, entre los cuales la tasa llegaba incluso al 30%" (p192).
Sin exagerar, conviene recordar las dos caras de la docencia y estar atentos a la tentación adoctrinadora: flota en el ambiente...