Como le suele pasar a uno al no revisar sus notas para este cuaderno, a veces se explica mal. Por ejemplo, el otro día criticaba una afirmación de Luis Landero con un tono quizás inadecuado. Debería haber sido menos vehemente. Admito que Landero no estaba haciendo afirmaciones acerca de la naturaleza de las cosas y sus relaciones sino, simplemente, valorando el papel de un objeto (el libro) y recurriendo a un artificio retórico para ilustrar su importancia. Eso debería haber sido dicho y, en todo caso, luego haber criticado cualquier posible "declaración" que fuera más allá de la evaluación del papel del objeto en cuestión.
Admitido. Lo único que sucede es que empieza a crisparle a uno la insistencia de ciertos productores culturales en realizar declaraciones altisonantes y efectistas, en generar titulares. Y, sobre todo, la sospecha de que algunos de estos productores se creen estos enunciados publicitarios y, lo peor, esperan que nosotros también los creamos.
Aunque no sea el caso de Landero...