6 de agosto de 2010. Segunda parte.
"Todo esto viene a colación porque levantarse a primera hora de la mañana con diarrea que debe ser cortada en seco a cualquier precio pero que obliga, con el tiempo justo, camino de la estación, a visitar los lavabos públicos del
U-Bahn de la Alexanderplatz, al final los de mujeres -los únicos con plazas libres y milagrosamente casi limpios, e inmediatamente después, entre sudores fríos y náuseas crecientes, los de la
Hauptbahnhof justo al llegar sin saber ni siquiera el andén de rigor mientras tus hijos te observan más que preocupados casi espantados, no es una manera muy literaria de comenzar un viaje por Polonia y según qué convenciones del género tal vez debería omitirse.
Y a punto estuvo uno de ahorrarse el relato de este trance por la influencia de su última lectura del género, el extraordinario
Las columnas de Hércules de Theroux. Afortunadamente, frente a este relato fenomenal pero engoladamente literario en el que parece que el narrador carece de aparato excretor, la sencillez, gracia y detalle de
Viaje a Rusia de Steinbeck que leí hace pocas semanas, me confirmó en el propósito inicial y subsanó la huella dejada por el americano.
Finalmente, la medicina química volvió a demostrar su eficacia y, agotado, bastante deshidratado, un poco avergonzado por la inquietud causada a los críos y Esther y con muy pocas fuerzas y muchas ganas de quedarme en Berlin, subí al magnífico
Eurocity que, con más de veinte minutos de retraso -puntualidad alemana, salió hacia Breslau (Wroclaw).
Si el tren hubiera sido nacional lo hubiéramos considerado como un simple "borreguero". Al ser de
Deutsche Bahn uno tiene que tragar saliva y pensar que el precio se compensará de alguna manera pero eso, como de costumbre, no suele suceder.
Sólo una nota más. No es muy conveniente, en estados carenciales que amenazan gastritis o gastroenteritis, coger el tren con origen en Hamburgo y destino Krakow y paradas en Berlin y Breslau: las cinco horas entre estas dos ciudades pueden transformarse en seis sin problemas. Tampoco es aconsejable intentar distraerse, en ese estado, con la observación de las estaciones y los alrededores de las tres poblaciones con parada entre la capital alemana y la silesia: la alemana Cottbus y las polacas Zory y Zagan. La primera parece un auténtico complejo cementero. Las otras dos un más que probable tercer mundo en el primero, a la vuelta de la esquina, que no presagian un viaje despreocupado que es lo que necesita el turista enfermo".