Sobre la suerte de Pausanias, el general espartano más infravalorado por los cronistas griegos aun cuando fuera el responsable de la victoria en Platea sobre los persas, que deja en el aire Herodoto aporta una singular luz Tucídides. Luz y también la suficiente oscuridad como para proporcionar motivos que expliquen la fortuna de esta figura: su relato dibuja un personaje que casa con muchas dificultades con el retratado por Herodoto y que tal vez explique su descrédito. El vencedor de Platea y defensor de la libertad griega de Herodoto pasa a ser un traidor seducido por lo oriental y agitador de los sometidos hilotas:
"Acusábanle a la vez de cosa más grave, cual era el tener tratos secretos y conjuraciones con los hilotas o esclavos de Lacedemonia, prometiéndoles que les daría libertad y derecho de ciudadanos si se levantaban juntamente con él y hacían lo que les mandase. Pero ni aun tampoco por dichos de los esclavos, según sus leyes, podían proceder contra ningún varón lacedemonio
en causa de muerte o cosa que no se pudiese remediar, sin tener indicios ciertos e indudables. Pero un criado, muy privado y familiar suyo, llamado Argilo, que fue el que llevó a Artabazo las últimas cartas que Pausanias, su amo, había escrito al rey Jerjes, descubrió la traición a los éforos. Lo hizo por sospechas, al ver que ninguno de los otros mensajeros que Pausanias envió a
Artabazo había vuelto, por lo cual, temiendo que le ocurriese mal también a él, mandó contrahacer el sello con que estaba sellada la carta para poder volverla a sellar después de leerla, si no hallaba cosa en ella de lo que él sospechaba, y también para que el mismo Artabazo no conociese que había sido abierta. Leyóla, y halló, entre otras razones, aquello que temía, y era que Pausanias decía a Artabazo que le matase. Visto esto, llevó la carta a los éforos, los
cuales se convencieron de la traición. Para más justificación suya, y por saber mejor la verdad, quisieron oírla de boca del mismo Pausanias, y usaron de esta estratagema: hicieron que el
criado fuera a acogerse al templo de Ténaron como hombre que ha ofendido a su señor y se quiere librar en sagrado, y se le hizo saber a Pausanias para que fuera allí a hablar con él, lo cual hizo. Dos de los éforos se habían escondido en un sitio secreto, de manera que podían bien oír y entender lo que Pausanias y el criado hablaban sin ser sentidos. Cuando Pausanias fue donde
estaba su criado y le preguntó la causa por que se había acogido allí, le declaró que había abierto la carta, y le dijo todo lo que contenía, quejándose de que en ella le mandase matar, pues en todos los tratos que había tenido con el rey Jerjes había confiado en él, y nunca le faltó, parecíale, pues, cosa fuera de razón que mandara matarle, como habían sido muertos todos los mensajeros enviados antes con otras cartas, mensajeros que no podían compararse con él.
A esto Pausanias le respondió, confesando que todo era verdad, sin cesar de amansarle y rogarle que no tomase por ello enojo, y jurándole por el templo donde estaba que en adelante no le haría mal, cumpliendo con toda diligencia su encargo para Artabazo, porque el negocio no fracasara. Oyeron los éforos muy bien todas estas razones, y estimando el caso muy averiguado,
dieron orden para que Pausanias fuese preso dentro de la ciudad. Mas como los dos éforos le salieran al encuentro en la calle, conoció en los movimientos del rostro de uno de ellos que iban resueltos a prenderle, y ganoles por la mano huyendo al templo de Palas, sin que le pudiesen coger. Antes de llegar al templo entró en una casilla pequeña que estaba junto a él para descansar, y fue atajado por los que le seguían, los cuales descubrieron el techo de la casa
y la cercaron por todas partes con guardas para que no pudiese salir, teniéndole sitiado hasta que le mataron de hambre. Cuando estaba expirando, los guardas le sacaron de aquel lugar sagrado, y murió en sus brazos."
Triste final y un tanto singular, el de Pausanias. Ya será verdad que de las fuentes históricas no siempre mana agua limpia sino muchas veces turbia.