Tengo la impresión de que la conciencia sobre el sexismo en el idioma, específicamente en algunas lenguas indoeuropeas, más que en el lenguaje en el sentido abstracto de "sistema de signos" -pues dudo que el lenguaje de los prácticos aeroportuarios pueda ser considerado "sexista"-, se apoya principalmente en tres tesis filosóficas.
La primera afirma el carácter histórico del lenguaje, la subsunción de lo sincrónico en lo diacrónico. Es la metáfora del lenguaje como ciudad estratificada con barrios viejos, antiguos, modernos, nuevos, etc. que el segundo Wittgenstein utilizó en sus
Philosophische Untersuchungen.
La segunda el carácter sistemático y singular de la representación del mundo que comporta un determinado código lingüístico: la tesis de Sapir-Whorf.
Finalmente, la tercera, la afirmación de Lewis Carroll acerca de que "las palabras tienen amo". Que hay palabras cuyo significado está dado de una vez por todas y es indisociable de la red en la que se entreteje y de la situación espacio-temporal del que emplea ese término y no otro.
El problema es que estas tres tesis tienen aspectos razonables pero absolutizadas y utilizadas sin precaución acaban generando aseveraciones absurdas.