No hay como necesitar protección contra el sol inclemente y la creciente humedad que han tomado Barcelona en apenas dos días para que la mente, entre partido y partido, "mate moscas con el rabo".
El texto sobre Heidegger y Tolkien se ha parado de golpe. Estoy trabajando, ahora, en un poema -o lo que sea- sobre Radovan Karadzic. Del
Blog de Bruno Marcos, con el que me he topado mientras buscaba información, extraigo este texto:
"La cosa más sorprendente ocurrida en los momentos posteriores al prendimiento de Radovan Karadzic no fue, precisamente, su aspecto de anciano emboscado entre barbas y cabellera blancas tachonadas, en su cúspide, por un mechón aún negro, ni siquiera el hecho de que quien había destruido tan alto número de vidas se dedicara a curar mediante la medicina natural, sino la insistencia con la que los medios de comunicación repetían su condición de poeta, como si tal vocación fuera crucial en la definición del abyecto personaje. Sin duda ese dato se torna asombroso en la biografía de un criminal ya que da un revolcón considerable a nuestras convicciones sobre la bondad moral que venimos uniendo a las más altas expresiones del ser humano, entre ellas la poesía.
"No soy un monstruo, soy escritor". Repetían en ocasiones él y su familia para defenderse. Dice un autor serbio que Radovan quería ser escritor pero que nunca le tomaron en serio, sin embargo lo cierto es que en su currículo figuran cinco libros de poesía. En el año 1993 obtuvo el más prestigioso premio literario de Montenegro, el Risto Ratkovic por su libro de poemas El invitado eslavo. Y en 1994 fue galardonado con el premio Mijail Solojov concedido por la Unión de Escritores de Rusia "en el reconocimiento público de los méritos artísticos y la elevada moral de sus obras".
Nos vemos tentados a pensar: “Sería un poeta, pero malo, o un escritor frustrado". Los versos que se citan de Karadzic nos ayudan en ese sentido porque parecen pésimos y, además, tratan sobre lo mismo que su acción política, confirman sus fantasías épicas y su crueldad. Por ejemplo: “He nacido para vivir sin tumba / este cuerpo humano no morirá jamás / no está sólo para oler las flores / sino también para incendiar, matar y reducir a polvo".
Lo mismo se argumenta siempre que salen a colación las delicadas pero frías acuarelas de Hitler. Con Hitler nos queda el alivio de saber que fue rechazado dos veces para ingresar en la Academia de Bellas Artes de Viena. En su caso el arte sale fortalecido al demostrar que se anticipó en repudiar al monstruo antes que la política y que la democracia que le auparon, más tarde, al poder. Pero, ¿y qué ocurriría si la poesía del líder serbobosnio fuera verdaderamente buena, si la pintura de Hitler resultase hermosa?"
El resto de sus reflexiones, publicadas en Diario de León el 28 de agosto de 2008, pueden leerse
aquí.