20 de junio de 2010

20 de junio de 2010: la muerte de Manute Bol y de un par de grandes escritores


Ayer murió Manute Bol, el center sudanés de 2,31 que fue durante diez años el jugador más alto de la NBA y aun hoy, junto al rumano Murhesan, figura en los anales como el techo de la Liga.

En la necrológica de la edición electrónica de El País, el redactor de turno emprendió una rápida glosa que desfiguraba la realidad histórica. Ahora no queda ni rastro -ni siquiera en Google- de ella pero cuando uno deje este valle de lágrimas ya pagaría por un embellecimiento tal de su paso por aquí. Según el clemente redactor, Bol había tenido una gloriosa carrera en la NBA y había sido una estrella reconocida.

Debemos ser aun bastantes los que recordamos como aterrizó en los Washington Bullets con sus brazos y piernas alargados y esqueléticos y cómo durante sus primeras temporadas era más una atracción de feria que un jugador respetado. Incluso los Bullets ficharon a Tyrone Bogues, el base más pequeño de la NBA, 1,58, para formar con él la pareja de fenómenos de la Liga: el enano y el gigante. Un tándem que casi nadie se tomó en serio y que gozó de algunas portadas y carteles publicitarios.

Sin embargo, con el paso de los años, partidos como uno que disputaron contra los legendarios Celtics de Bird, McHale y compañía y que se puede hallar en el Youtube, demostraron que podían ser dos jugadores más de la Liga, cosa que ambos juntos y por separado acabaron consiguiendo. Nunca fueron estrellas más que por su tamaño pero sí fueron jugadores debuen un aceptable nivel. De hecho, Bol ostenta el récord de tapones de un debutante y el de promedio de tapones en partidos de 48 minutos a lo largo de su carrera.

A uno, con todo, siempre le quedará la sensación de que Bol nunca acabó de encajar en aquel mundo. Por ello bienvenida sea la nota del periódico que lo convirtió en lo que nunca fue.

Esta semana, además murieron dos grandes escritores. Uno, saramago, que no ha dejado prácticamente huella en uno. Así de cruel y azarosa es la literatura y la lectura. Otro, David Markson, el infravalorado tercer novelista de la generación de Updike y Roth, autor de la memorable La amante de Wittgenstein (1989), que sí dejó huella en uno.