La otra noche, durante la cena, mi hija Clàudia me llamó la atención sobre esta nota, "
Ensayo sobre el machismo en las bicicletas", que había leído -plagiada- en un Blog que frecuenta. Me preguntó mi opinión acerca de si el texto era un ejercicio de ironía y, más ampliamente, acerca del carácter sexista del lenguaje.
Confieso que no soy capaz de determinar si el "Ensayo" en cuestión hay que tomárselo en serio o no. Y eso, más allá de mi incapacidad o de la posibilidad de un ejemplo práctico de indecibilidad deconstructiva, es lo más preocupante.
Si supongo que el texto no está escrito con un finísimo sentido del humor, y podría no serlo y como argumento a favor cuenta que no sólo mi hija utilizó durante nuestra conversación ejemplos tomados del escrito sino que alguno de ellos también había sido argüido por alguna amiga años atrás en plena efervescencia de la crítica al androcentrismo lingüístico -el carácter masculino y valioso de "el barco" o "el avión" frente al femenino y minusvalorado de "la barca" o "la avioneta"- , me temo que la hipótesis del uso sexista del lenguaje o del carácter sexista (androcéntrico) del lenguaje, de cualquier lenguaje, de todo idioma o conjunto de signos verbales o escritos, realmente se ha ido de madre.
Digo hipótesis porque lo sigo considerando, con matices, como una hipótesis. Bien fundamentada, con ejemplos que la avalarían, pero una hipótesis que debe circunscribirse a ciertos fenómenos y no debería ser universalizada.