Hace algunos días que acabé las más de 1200 páginas de la traducción castellana de
The Sot-Weed Factor de John Barth. He dejado un tiempo prudencial para que hubiera un mínimo poso que me permitiera comprobar la intensidad y el valor de mi entusiasmo y éste, lejos de atemperarse, ha ido creciendo.
La novela ha adquirido el carácter de una auténtica obra maestra en el canon subjetivo, en
mi canon. Pocas novelas figuran en él y ya hacía años que ninguna se había incorporado. Sin embargo, Barth ha roto esa peligrosa inercia que me llevó, en su momento, a pasar varios años sin leer ficción contemporánea y me ha confirmado que se pueden escribir extraordinarias novelas aunque el género ya esté agotado, de la misma forma que se puede seguir escribiendo poesía después de Auschwitz o Filosofía después de su muerte a manos Marx, Nieztsche y Freud.
Sólo un par de apuntes. Se considera a Barth un autor "postmoderno". Es cierto que la autorreferencialidad, la conciencia de la metaficcionalidad, la problematización del género o la constante escisión de la subjetividad de los actores -y su mutación continua-, por poner algunos ejemplos, pueden considerarse aspectos postmodernos en el texto de Barth pero, al menos
The Sot-Weed Factor, no cumple uno de los requisitos fundamentales del pensamiento postmoderno: el abandono del gran Relato en beneficio de la multiplicidad y la fragmentariedad.
La novela de Barth es un Gran Relato. ¿Que quizás podría deconstruirse haciendo un determinado uso de la propia estructura de la obra y forzando los niveles de lectura y convertirla en un artefacto postmoderno? Puede. Pero al precio de violentar, creo que excesivamente, el texto.