En unos diez o veinte minutos comenzará la primavera real para mí. Hace sol y viento en Barcelona. La luz, tras una semana de nieblas, domina las calles y planea sobre la terraza.
En unos diez o veinte minutos comenzará la primavera real para mí. Me quedarán algunas flecos del trabajo y acabaré un poco más tarde que la mayoría de mis compañeros pero el ritmo frenético de los últimos días se está acabando.
En unos diez o veinte minutos estaré de vacaciones. Recogeré al niño con Esther y acabaré Vidas improbables, de Felipe Benítez Reyes, antes de ponernos a hacer la comida: me quedan sólo un par de poemas.
¿Y por qué me he puesto a leer a Felipe Benítez Reyes? No lo sé muy bien. Tal vez buscaba confirmar mi fobia hacia ciertos poetas y determinadas maneras de entender la poesía. O, simplemente, como no lo había leído tan sólo críticas poco edificantes, tenía curiosidad. Cada día me gusta menos esto de los clubes poéticos, por decirlo suavemente.
El caso es que, quizás por más razones de las que soy consciente ahora, me compré el libro. Y otro argumento a favor de que los textos se resisten a su manipulación y degradación absoluta por parte del lector y sus protocolos, intenciones o reglas, es que no he conseguido respaldar mis prejuicios y disfrutar, como se puede disfrutar en negativo, con el rechazo.
Me rindo. Lo siento. No es un libro extraordinario pero no es tampoco el desecho que muchos dicen. ¿Excesivo el Premio Nacional y el de la Crítica? Seguramente, pero no mucho más que el de Chantal Maillard o el de Caballero Bonald, sin restar méritos a ninguno de los tres.
El libro creo que es, ante todo, un extraordinario ejercicio de estilo que muestra un conocimiento de la tradición poética envidiable y una tremenda capacidad de manejar diferentes ritmos, estructuras y juegos poéticos. Para mí, ser capaz de dominar tantos registros es algo que, aunque no me interese en exceso, no puedo dejar de considerar como realmente meritorio y nada menor. Y si no que, salvando las distancias, se lo digan a los pianistas que trabajan los "Estudios trascendentales" de Liszt como propedéutica.
Asimismo, el carácter artificioso del libro me parece más que una rémora, un logro. Tan sólo le criticaría que su pretendido sentido del humor se quede demasiado corto: no he logrado reirme ni una sola vez.
Ahora bien, aunque algunos poemas, por tradición subjetiva y "gusto" no me han gustado nada (los poemas ultraístas, por ejemplo), otros, como las imitaciones, especialmente la de Eliot, me han parecido brillantes:
"T.S. ELIOT
Putney Highgate
(...)
Lo invisible
Lo invisible
busca la posibilidad de definirse
en alguna palabra que aún desconocemos. (Lo esencial
no será esa palabra, sino cómo
la podremos decir sin ser tomados
por embaucadores o agentes de seguros.)
No sobrevive la humedad de la tierra
en la palabra tierra. Se deshace
el hielo al pronunciarlo.
Si llegásemos a designar un día lo invisible,
se llenarían las ciudades
de objetos muy extraños, perplejos de sí mismos
y de su inexistencia..."
Y otra muestra de su capacidad para utilizar el código tópico de distintos discursos poéticos es este poema de "Pau Rinkel. Cantor del lumpen"
"ECOS DE SOCIEDAD
Sí, Pilar vive ahora con un negro
que hace streap-tease en Máquina,
para las despedidas de soltera.
Inés sigue acostándose,
ya ves, con aquel tipo
de la pasma, y no le cobra un duro.
Manolo está muy mal; se hizo las pruebas
y lo había cogido. (Carmen dice
que se va con sus padres,
por la cosa del niño, ya me entiendes.)
Patricia está en Marruecos,
de fregona y de puta
con unos alemanes. Antonio sale
del talego mañana. Hablaré con Raquel,
por si podemos
pasarnos por su piso a celebrarlo."
En fin. Una vez más, a tragarme mis palabras y a celebrar la diversidad, real, no la del tópico paleoprogresista que le asiste a uno mientras se refugia en la caverna con los de su clan. Celebremos que fuera de nuestras cavernas hay otras que pueden ser tan acogedoras como las propias.
Y ahora a tomarme en breve, ¿diez o viente minutos? las mini-vacaciones, acabar el libro y cocinar. Y, en los próximos días, a reescribir algunos poemas que he ido publicando en los últimos meses, redondear con José Naveiras Bajo la lluvia, y enviar a algunas editoriales Las vidas de las imágenes, mi último libro -que ya ha pasado los años de rigor en la nevera- con un extraordinario prólogo de mi querido Antonio Orihuela y la colaboración inestimable de mi querido David González con un texto fenomenal.
Y, por supuesto, a descansar y tomar el sol en la playa, si se puede...
en alguna palabra que aún desconocemos. (Lo esencial
no será esa palabra, sino cómo
la podremos decir sin ser tomados
por embaucadores o agentes de seguros.)
No sobrevive la humedad de la tierra
en la palabra tierra. Se deshace
el hielo al pronunciarlo.
Si llegásemos a designar un día lo invisible,
se llenarían las ciudades
de objetos muy extraños, perplejos de sí mismos
y de su inexistencia..."
Y otra muestra de su capacidad para utilizar el código tópico de distintos discursos poéticos es este poema de "Pau Rinkel. Cantor del lumpen"
"ECOS DE SOCIEDAD
Sí, Pilar vive ahora con un negro
que hace streap-tease en Máquina,
para las despedidas de soltera.
Inés sigue acostándose,
ya ves, con aquel tipo
de la pasma, y no le cobra un duro.
Manolo está muy mal; se hizo las pruebas
y lo había cogido. (Carmen dice
que se va con sus padres,
por la cosa del niño, ya me entiendes.)
Patricia está en Marruecos,
de fregona y de puta
con unos alemanes. Antonio sale
del talego mañana. Hablaré con Raquel,
por si podemos
pasarnos por su piso a celebrarlo."
En fin. Una vez más, a tragarme mis palabras y a celebrar la diversidad, real, no la del tópico paleoprogresista que le asiste a uno mientras se refugia en la caverna con los de su clan. Celebremos que fuera de nuestras cavernas hay otras que pueden ser tan acogedoras como las propias.
Y ahora a tomarme en breve, ¿diez o viente minutos? las mini-vacaciones, acabar el libro y cocinar. Y, en los próximos días, a reescribir algunos poemas que he ido publicando en los últimos meses, redondear con José Naveiras Bajo la lluvia, y enviar a algunas editoriales Las vidas de las imágenes, mi último libro -que ya ha pasado los años de rigor en la nevera- con un extraordinario prólogo de mi querido Antonio Orihuela y la colaboración inestimable de mi querido David González con un texto fenomenal.
Y, por supuesto, a descansar y tomar el sol en la playa, si se puede...