Afortunadamente uno estaba en Madrid durante el espectáculo de la sagrada firma de la consulta por parte del
president Mas. Pude ahorrarme el NO-DO de la Televisió Nacional y la entrevista, por llamarlo de alguna manera, que la siempre colaboradora Mònica Terribas le realizó por la noche para rubricar el día "histórico". Mucha gente, por estos pagos, quiere "hacer historia". Tal vez sería hora de recuperar algunas de las afirmaciones de aquel viejo charlatán que era Althusser y recordar que tal vez, probablemente, la historia sea un proceso sin sujeto y sin fines. Cuanto menos parece que quizás sea más plausible que creer que la historia se somete a nuestra voluntad o, peor, a las "voluntades colectivas" sean lo que sean estas últimas. No obstante, poco se puede hacer contra el entusiasmo desde el punto de vista argumentativo. Es mejor huir de él y estar atento a su evolución.
Lo peor del día sábado fue que, en Madrid, en la rápida comida que siguió a la reunión, no percibí la misma tolerancia, paciencia y actitud constructiva que otras veces respecto al "asunto catalán" que volvió a protagonizar buena parte de nuestras conversaciones. Pese a las pocas ganas que tenía, hube de emplearme a fondo para argumentar que permitir a los catalanes votar no equivale a firmar un "cheque en blanco" para la desintegración de cualquier estructura política al sur de los Pirineos (aunque en una situación ideal no habría nada de malo en ello, claro está). Esta vez mis contertulios se negaron a admitir el "hecho diferencial" catalán (obvio, más que por historia o momento político, por la lengua) y a aceptar el modelo que, en su momento, cuando todavía no se había entregado a la pulsión mesiánica, ofrecía Mas, y con él Convergència: un estado plurinacional con cuatro miembros de pleno derecho - España, Catalunya, Euskadi y Galicia - que hace apenas unos meses contemplaban como una posibilidad razonable. Ahora, los medios españolistas han atizado, con la inestimable colaboración de los secesionistas, el rechazo al "quebranto de la legalidad" que supone la convocatoria de la consulta y el enconamiento está borrando equidistancias, prudencias y vías de diálogo. En lugar de ello el enfrentamiento sobre el que tantas veces uno ha insistido, ha dado un paso más hacia el desenlace violento bajo la forma de una estúpida contraposición entre "legalidad" y "democracia" eslabón previo a la renuncia a los conceptos como soporte de las banderas para su sustitución por voluntades y armas: casi no se puede escuchar a nadie que advierta que tal oposición es espúrea porque estamos ante dos conceptos pertenecientes a dos órdenes de discurso, y ontológicos, distintos. Es como poner en el mismo corral a gallinas y muñecos de
lego Star Wars y pretender que lleguen a un acuerdo acerca de la distiribución del pienso
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El estado español debería mover pieza más allá del encastillamiento en torno al tótem de "la ley"
independientemente de lo que resuelva el Tribunal Constitucional
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