3 de septiembre de 2014

"Otro" viaje a Italia (XVI): De Firenze a Roma


26 de julio de 2012.

El tren de Alta Velocidad entre Firenze y Roma salía a las 13:00 así que, tras dejar el apartamento y sus pequeñas incomodidades conocidas (la falta de cortinas gruesas para conservar la oscuridad por las mañanas en la buhardilla donde dormían Clàudia y Marc, el escaso menaje de cocina o la falta de ascensor), coger uno de esos minibuses que circulan por el centro histórico de la ciudad y dejar el equipaje en la consigna de la estación, ocupamos el tiempo en una última visita de turístico rigor que, además, cae por los alrededores: Santa Maria Novella la basílica con la célebre fachada obra de Alberti.

De nuevo resuenan los ecos de lo ya aprendido, y la confirmación de su validez, ante las obras y la tumba de Ghirlandaio, la memorable Trinità de Masaccio, que nos retrotrae a los momentos más deliciosos de la asignatura de Historia del Arte del Curso de Orientación Universitaria, el no menos recordado Crocifisso de Brunelleschi fruto (¿o ya no según los historiadores de la actualidad?) de la rivalidad con Donatello y su Crucifixión, la famosa Cruz de Giotto, uno de los precursores del Renacimiento, los frescos de Vasari o la capilla que pintó Filippino Lippi. Después de más de dos horas en Santa Maria Novella, y tras unos helados y un breve paseo por la piazza y las vías cercanas, cogemos el tren no sin antes sufrir un poco por la mezcla de señalización insuficiente para un extranjero, muchedumbre y alboroto: la estación de Florencia hace a la de Puerta de Atocha pulcra y  organizada.

Durante el viaje, que transcurre monótono como casi cualquier viaje en Alta Velocidad, acabo los dos ensayos de Gracián y me concentro en la lluvia que cae por vez primera desde nuestra llegada a Italia. La esperanza de unos días de temperaturas más suaves en Roma que en Florencia cobra fuerza en nuestro ánimo: se desvanecerá nada más pisar el andén de la gigantesca Roma Termini.

Con los primeros pasos por la bulliciosa Roma uno añora en seguida la quietud museística del casco antiguo de Florencia. Es más, fruto probablemente del cansancio y del efecto provocado por el pésimo apartamento alquilado, que convierte las incomodidades del florentino en minucias, me exaspero por el gentío, el ruido y el tráfico. Tan sólo al anochecer, sentados en la piazza Spagna, a apenas diez minutos andando de nuestro alojamiento, me reconcilio con la ciudad eterna pese al calor y la fatiga: suena Love theme de Barry White y su Love Unlimited Orchestra e invade la plaza desde un edificio cercano amortiguando motores, bocinas y gritos y regalándonos unos minutos de placidez que se extenderán hasta que volvamos, en plena noche, al piso.

"Lo cierto es que a todo héroe le apadrinaron el valor y la fortuna, ejes ambos de una heroicidad" (Baltasar Gracián, El héroe, Primor X).