Si uno fuera aficionado a los titulares mediáticos diría, sirviéndose como excusa de las tácticas sinecdóticas que tanto usamos cuando nos apresuramos y con las cuales falseamos la realidad "involuntariamente", que en Catalunya la tensión se "puede cortar" a la espera de lo que su excelencia el nuevo Moisés Artur Mas tenga a bien decidir. No es así, evidentemente. Pero en los medios nacionales, otrora públicos, no se habla de otra cosa. La sobresaturación sirve, además, para tapar los desastrosos resultados, desde el punto de vista del "nuevo secesionismo", del referéndum escocés y para cubrir con una espesa bruma el "caso Pujol". Al menos en la esfera comunicativa catalanista los secesionistas logran su propósito sin demasiado esfuerzo, justo es reconocerlo y hasta consiguen invadir oltras próximas como las que otros frecuentamos: hasta algunos de nosotros estamos atentos al siguiente movimiento del
president. Mientras aguardamos, aprovecho para recoger el correo de un lector casual que se ha tomado la molestia de leer algunas de estas crónicas y tratar de convertirme a la causa secesionista.
Si bien durante los primeros meses recibí bastantes aportaciones críticas de lectores, conocidos y desconocidos, así como preguntas, argumentaciones o simples observaciones estilísticas sobre el modo en que se trataba "el asunto" por aquí, hacía ya una temporada que no recibía ninguna. Si uno fuera condescendiente consigo mismo pensaría que los lectores que no participan de mi posición han acabado entendiéndola y aceptándola pero no creo que sea el caso. Más bien, los españolistas o secesionistas "irredentos" o han renunciado a seguir leyendo estos textos o cuando lo hacen encuentran tantos motivos para rechazar mis comentarios que no les vale la pena el esfuerzo (ni creen que uno lo merezca, lo cual seguramente es cierto) de someterlos al juicio crítico. Afortunadamente, ha caído entre estas garras un incauto, por fin, gracias a Google.
Joan C. se disculpa por no haber leído todo el archivo de este cuaderno, ni tan sólo todas las crónicas, y por desconocer "mi obra" (
sic). Se confiesa "secesionista pero no patriota en el sentido clásico" y entre sus críticas a mis opiniones cabe destacar, por el espacio que les dedica, dos grandes temas: por una parte, la excesiva importancia que otorga uno al señor Artur Mas en la dinámica de un movimiento "que le supera y al cual se ha subido en marcha para salvar su carrera política pero que, no obstante, está sirviendo a la causa con notable honestidad y generosidad" y al cual descalifico con gran ligereza desacreditando a la vez, el vicio de la sinécdoque al que me refería al principio, a los secesionistas; y, por otra, el desprecio que uno muestra por los que uno llama "tontos útiles": "el papel de la izquierda en este proceso va mucho más allá de lo que usted describe". Según Joan C., la izquierda "lo dirige" y si uno fuera coherente con su programa moral de la "Causa general" (de la emancipación de la humanidad) y con su reluctancia hacia las presuntas revoluciones, debería apoyarlo pues una "Catalunya socialista contribuye más que la actual autonomía catalana a esa Causa de la que usted habla: quizás sólo sea un progreso pequeño pero no deja de ser un progreso".
Confieso que, efectivamente, detesto a Artur Mas. Tanto como a Aznar, González o Zapatero. Ni me gustan los salvapatrias, ni los cínicos, ni los incompetentes. Y Mas debe ser, cuanto menos, incluido en la primera y la tercera categoría. Es, además, en mi opinión, como en la de Joan C. - todo sea dicho -, un arribista. Pero sobre todo, ahora que los medios afines pregonan su "cálculo" y "astucia", me ha parecido siempre un irresponsable que no ha medido bien ni los tiempos ni ha valorado las formas y que, pudiendo haber emprendido un proyecto de largo aliento para lograr una consulta de aquí a unos años, como en el caso de Quebec o Escocia, con razonables probabilidades de éxito, ha actuado infantilmente lanzando órdagos que no han tenido en cuenta en absoluto el contexto internacional y sus equilibrios de poderes y menospreciando al estado español de una manera que nos puede acabar saliendo cara a todos, incluidos los que no militamos en el bando secesionista pero huimos también del otro. Sí, es una de las más recientes incorporaciones del jardín de mis fobias y creo que permanecerá en él mucho tiempo: motivos no me faltan. Por último: las lisonjas a los líderes políticos ("honesto" y "generoso" nada menos) me producen náuseas. No creo que nuestro deber como ciudadanos sea otro que el de mantener una sana distancia hacia ellos y someter su acción a un incansable escrutinio en vez de dejarnos seducir por ellos.
Respecto a la Catalunya socialista pues Joan C. tiene razón. Creo que sí que es un progreso respecto a la situación actual: no muy grande pero progreso al fin y al cabo. Lo admito. El problema es que no veo que la "dirección del movimiento" camine en la senda de la redistribución de la riqueza y la socialización de los medios de producción. Francamente, si alguien lo ve así es que sufre alucinaciones. Las CUP, por ello, no han sido criticadas demasiado en estas páginas: una Catalunya socialista como, con las debidas cautelas y conjurando continuamente la tentación totalitaria, es preferible que el actual
statu quo. Sí. Si tuviera razonables garantías de que ese sería el camino de la Catalunya independiente no sólo votaría SI-SI en la consulta - en lugar de dudar siquiera de si lo haría o me abstendría - sino que tal vez militara activamente en pro de su consecución y no, como ahora, que me limito a manifestar el deseo de que se haga cuando me dan la lata con el "tema" para que me dejen tranquilo.