28 de julio de 2012. Segunda parte.
El paseo hasta el Palatino por el arco de Tito todavía no nos es demasiado dificultoso aunque hemos de comer un poco y descansar unos minutos a la sombra mientras nos avituallamos. Sin una guía, pues se suponía que con los recuerdos de mi primera visita, la estancia de Clàudia unos meses antes y los conocimientos que todos atesoramos debía bastarnos, lo cierto es que nos hemos de detener a menudo para orientarnos y esclarecer qué se conserva y qué no se conserva en el conjunto. Divisamos el impresionante Circus Maximus donde tenían lugar las competiciones à la Ben-Hur del que apenas queda la planta, con la pista cubierta de hierba, y la elevación de lo que debieron ser las gradas. Ahora es un parque público. No obstante, a esta hora, con la poca gente que pasea por él, puede uno imaginarse las dimensiones de las carreras que allí tenían lugar.
Esclarecemos que se conservan las ruinas de los palacios de Augusto, Tiberio y Domiciano. Visitamos los restos de la Domus Augustea y acudo a Yo Claudio para organizar una posible representación del palacio. Se conserva poco, nos perdemos buscando la parte de la casa reservada a la legendaria Livia y nos volvemos a hacer un lío con la Domus Augustana de Domiciano que creemos prolongación del palacio de Augusto. Cuando por fin nos aclaramos un poco empezamos a estar cansados y, pese a los restos de la decoración mural, las flores de los jardines o el hipódromo de Domiciano, no prolongamos más la visita: son más de las dos y media, ni se sabe la temperatura que debe haber y que ningún termómetro del mundo podría calibrar justamente, y volvemos a estar sedientos y hambrientos nuevamente.
Salimos del Palatino para lo que creemos un último esfuerzo: contemplar el bello arco de Constantino. Tras detenernos un rato nos encaminamos al Foro, que nos pilla de camino de retorno, y mirando los billetes nos surge una duda. El ticket es para Colosseo-Palatino-Foro y es válido durante 2 días pero algo en la distribución de los textos y las indicaciones nos induce a alguna vaga sospecha que no formulamos demasiado bien. Acudimos a una de las entradas para aclarar si mañana podemos visitar el Foro a cualquier hora o si ha de ser a la misma hora de entrada que teníamos reservado el Colosseo. Una hosca celadora nos responde que de mañana nada, que el billete no será válido porque hemos salido del recinto y no hemos seguido el orden previsto o algo parecido. Unos tira y afloja confusos no por la dificultad de su italiano sino por nuestra fatiga y su desgana acaban con una súplica que, magnánima, concede para sacarse de encima a estos tontos españoles que no saben leer: nos deja entrar de nuevo en el recinto del Foro para que no tengamos que adquirir una nueva entrada. Son casi las tres y tenemos poco más de dos horas para verlo.