Suerte de
Xavier, que le ha ahorrado a uno buena parte de lo que hubiera querido decir a propósito de la muerte de Adolfo Suárez (1932-2014). Esta mañana, sorprendido por el silencio de tantos cuadernos que uno acostumbra a leer y más recordando que a propósito del fallecimiento de un tal Antonio Vega la zona de la Blogosfera que frecuenta se llenó de notas al respecto, estaba resuelto a escribir sobre el ex-presidente español para no dejar que la amnesia histórica imperara una vez más.
Tan sólo añadir a lo dicho por Xavier que, en la distancia histórica, probablemente halla sido el menos malo de los presidentes de la demorcacia española. Y que uno, que no dejó de llamarle "fascista" mientras estuvo en el poder y después le ignoró, debe reconocer que en el disfrute de las libertades y el aniquilamiento del estado franquista tuvo un papel de primer orden. Sí, muchos estábamos en aquel entonces "por la ruptura" y, décadas después, son aun más los que piensan que debió optarse por ella en vez de por la reforma. Sí. Seguro. Pero de valientes
a posteriori está lleno el mundo. En 1976 la correlación de fuerzas entre "el pueblo" (una minoría, por cierto, que no había sido capaz de movilizarse para acortar el régimen ni un sólo día) y el Ejército fascista era clara y rotunda: todos sabemos cómo habría acabado cualquier intento de ruptura. Hay que agradecerle más a Suárez que "al pueblo" que en España se erigiera un titubeante estado de derecho que está hoy, de nuevo, amenazado pero que vale más que un régimen totalitario nacional-católico en cualquiera de sus variantes.