7 de marzo de 2014

Leopoldo María Panero, Alain Resnais, Paco De Lucía


Tras resistir todo lo posible la fuerza, el peso, de lo evidente se ha impuesto: aunque uno quiera hacer oídos sordos, las figuras que cimentaron una parte de su educación sentimental, pues eso a fin de cuentas han sido, ese papel han representado en la vida del que escribe, van desapareciendo y no estoy testimonio de ello.

En su momento murió, por ejemplo, Robin Gibb (1949-2012) y la nota que le iba a dedicar quedó como borrador de este cuaderno para desaparecer finalmente. Hoy, al pensar en este tema, no recordaba exactamente cuándo falleció aunque en mi memoria no se haya desvanecido su papel en la formación de mi criterio musical: sin él no habría llegado, probablemente, a apreciar a Brahms, Schubert o Fauré ni mucho menos a ser capaz de escuchar el Cimarrón de Henze. Así pues, abriré este espacio testamentario a esas muertes que, sin suprimir la figura, que sigue desempeñando su papel en los muchos escenarios en que la conciencia de uno se representa el mundo, sí han aniquilado al ser humano que había tras ella. Y siempre recordando las palabras de Foucault sobre Nietzsche: "Lo que encontramos en el comienzo histórico de las cosas no es la identidad aun preservada de su origen, - es su discordancia con las otras cosas -, el disparate (...) el comienzo histórico es bajo. No en el sentido de modesto, o de discreto, como el andar de la paloma, sino de irrisorio, irónico, el apropiado para deshacer cualquier vanidad" (Nieztsche, la genealogía, la historia, trad. de José Vázquez Pérez, p19, 20): en plata, antes de Schumann estuvieron los Bee Gees.


Ayer murió Leopoldo María Panero (1948-2014). Supe de él, como tantos otros de mi generación, por El desencanto de Chávarri y gracias a esta película fue el primer poeta del que compré un libro por auténtica curiosidad y algo de deseo, no por imperativo escolar.

Unos días antes había fallecido Alain Resnais (1922-2014). Mon oncle d'Amérique fue una de las películas que nuestros profesores nos llevaron a ver, allá por 1981, en la sala de la asociación Drac màgic. Imposible olvidarla como tampoco el Molière de Ariane Mnouchkine que vimos también por aquellos meses. Casi con toda certeza fue uno de mis primeros contactos con el cine europeo y a partir de aquí Resnais formó parte del repertorio del que se nutrió buena parte de la cultura cinematográfica que atesoro. Después de Mon oncle d'Amérique llegarían, sobre todo, Nuit et brouillard, La Guerre est finie, L'Année dernière à Marienbad, Providence y la tardía On connaït la chanson. Menos, mucho menos, Hiroshima mon amour.

Y la semana pasada, también desaparecía Paco de Lucía (1947-2014), cuyo Entre dos aguas, sonaba constantemente en la radio ese mismo año, 1981, en el que además leía Pequeñas alegrías de Hermann Hesse y tarde sí tarde también paseaba por el único parque que, en rigor, había en mi barrio: el parque de la Guineueta.

De Leopoldo María Panero dejo aquí su "Himno a Satanás"
"A Belfegot, dios pedo o crepitus
Tú que modulas el reptar de las serpientes
de las serpientes del espejo, de las serpientes de la vejez
tú que eres el único digno de besar mi carne arrugada,
y de mirar en el espejo
en el que solo se ve un sapo,
bello como la muerte:
tú que eres como yo adorador de nadie:
ven aquí, he
construido este poema como un anzuelo
para que el lector caiga en él,
y repte
húmedamente entre las páginas.

Los pájaros vuelan sobre tus ojos
y la calavera de un caballo dibuja la silueta de la mentira
de la mentira de Dios en una habitación a oscuras
donde vuelan los pájaros".