Al hilo de
las notas sobre Bloch y su insistencia en la totalidad, en el todo en el que al final se debería resolver el inacabamiento constitutivo del hombre y el mundo, recordé que no había llegado a concluir las tomadas sobre la lectura de
Totalidad e infinito que ocupó buena parte del pasado verano. Y si bien Bloch atenúa la obsesión totalizante del marxismo gracias al principio utópico, a la constante apertura de lo existente a lo que "todavía no es", lo cierto es que, como demasiado habitualmente en
cierta tradición filosófica, acaba sucumbiendo a ella. Nada que reprocharle a un hijo de su tiempo que transitó con demasiada imprudencia tal vez entre "la" política y "lo" político (de ahí sus "idas y venidas" respecto al estalinismo y, posteriormente, el socialismo "realmente existente") y que creía que debía rendir cuentas, finalmente, ante el tribunal de la historia marxista-leninista. Pero sí que cabe lanzar semejante acusación a la izquierda actual después de lo que ha acontecido histórica y filosóficamente. Esta izquierda que continua totalizando teóricamente y/o concibiendo la realidad como una totalidad interrelacionada bien al modo tenue del holismo, bien a la manera fuerte del materialismo histórico y sus variantes, epígonos y reescrituras. Entendámonos: que la izquierda revolucionaria siga proclamando, como lo hace en el barrio de Gràcia, la independencia para "cambiarlo todo" es lo que resulta preocupante más cuando podría mostrarse que hay una íntima aunque sutil correlación entre los pensamientos de las totalidades y las políticas totalitarias.
Ya Popper argumentó eficazmente contra un holismo teórico que debería haber desaparecido del horizonte del pensamiento en acción actualmente ante semejante varapalo lógico. No obstante, sigue ahí, pujante y rampante, inmune al razonamiento: "Por muchas razones es enteramente imposible controlar todas o 'casi todas' estas relaciones: aunque sólo sea porque con todo nuevo control de relaciones sociales creamos un sinnúmero de nuevas relaciones sociales que controlar. En resumen la imposibilidad es una imposibilidad lógica (El intento lleva a una regresión infinita: la posición es la misma en el caso de un intento de
estudiar la totalidad de la sociedad, que tendría que incluir este estudio)" (
La miseria del historicismo, trad. de Pedro Schwartz, p94). Formas disimuladas de holismo han sobrepujado la crítica popperiana mediante el expediente de diferenciar el plano teórico del fáctico. Las vulgarizaciones y extrapolaciones filosóficas de la llamada "teoría del caos" y el archifamoso
"efecto mariposa" postulado a partir de Lorenz, se han combinado en diversos cócteles con otros ingredientes como la doctrina
new age, las indigestiones de postmarxismo y de un casi absolutamente incomprendido postestructuralismo (quizás la tendencia filosófica más anti-totalizadora de la historia), orientalismos de todo tipo, lecturas restringidas de la teoría de sistemas, etc. para circunscribir la totalidad al dominio ontológico y moral pero reservándole en esta reclusión un dominio imperial.