
Aquella tarde, a la pregunta de uno acerca del futuro del empeño libertario, Antonio contestó con una sencillez irrebatible: "Yo creo, Jorge, que la anarquía tendrá lugar cuando la gente quiera". Y, al fin y al cabo, me temo que de eso se trata.
Si algo nos enseñaron los programas revolucionarios de ingeniería social es que las revoluciones no advienen por decreto, plan o programa, a no ser que pensemos en variaciones sobre los modelos de dominio existentes, como pudo ser, en su momento, la insurrección bolchevique o la dictadura hitleriana, sino por el respaldo de la mayoría de la población que deja de legitimar un estado de cosas y exige su reforma radical o supresión.
Y de eso sigue tratándose: de sumar o seguir a la mayoría, silenciosa a veces y no tan callada otras, y no de imponer cualquiera de las metodologías revolucionarias diseñadas por la vanguardia de turno.