Mañana, en Cuatro, acaba el
reality "
Perdidos en la ciudad", secuela de su predecesor "Perdidos en la tribu". Si en el programa inicial un par de familias españolas pasaron 30 días viviendo unos en Namibia, en la tribu de los Himba, y otros en Indonesia, con los Mentawai, conociendo sus costumbres y su modo de vida e intentando adaptarse a ellos, ahora le ha tocado el turno a los "indígenas". Un grupo de himbas y otro de mentawais han viajado a España para vivir 30 días en nuestra sociedad.
Más allá de los tópicos y los juicios televisivos, uno retiene de este programa que ha seguido con interés, al menos dos reflexiones.
La primera: pese a las ayudas de traducción en determinados momentos, la radicalización relativista de la tesis de Quine de la "indeterminación radical de la traducción" demuestra su ineficacia. Como se desprende de la lectura de Quine, el filósofo norteamericano está hablando de un caso límite y está trabajando en un nivel teórico que no se debe trasladarse mecánicamente a la realidad empírica histórica. El ejemplo del programa lo ilustra perfectamente. Sea por los contactos culturales o no, lo cierto es que aunque las lenguas sean muy diferentes y los malentendidos, confusiones y malas interpretaciones abunden, también es cierto que se producen entendidos, acuerdos y que hay comunicación: distorsionada y con mucho ruido pero se da un proceso comunicativo que suspende el delirio solipsista del relativismo.
La segunda: el desprecio mutuo que himba y mentawai sienten entre ellos al conocerse por medio de las familias que los acogen, puede mostrar que el prejuicio etnocéntrico no es propio únicamente de nuestra cultura sino que, probablemente, lo sea de cualquier sociedad humana ante todas aquellas que desonoce. En ese sentido, la constante automortificación occidental acerca de sus prejuicios, que tiene su razón y su sentido, debería circunscribirse a sus justos límtes. Debería contrastar su carácter posiblemente "universal" y, también, restringir su crítica a los efectos criminales que haya generado a lo largo de la historia sin acabar hipostatizando una esencia de "la" cultura occidental que sería puramente etnocéntrica mientras que la mayoría del resto de las culturas humanas no lo hubieran sido jamás.
Del martirio acaban emergiendo glorificaciones...