4 de septiembre de 2010

4 de septiembre de 2010: de la singular ética de la "okupación"


A riesgo de herir alguna sensibilidad políticamente correcta uno debe ser justo y señalar que hay cosas que más que no entender, que tampoco, le molestan desde hace algunos años y cada vez más. Será cosa de la edad.

Ayer regresaron de sus merecidas vacaciones los okupas de mi calle. Un poco tarde pero como uno no sabe cuál es exactamente su ocupación, aparte de la loablemente revolucionaria de combatir la especulación y el capitalismo rampante mostrando las contradicciones sistémicas que surgen al hacerse por las buenas con un bonito domicilio con patio, pues seguramente justo a tiempo de reintegrarse a sus tareas. Llegaron con sus uniformes habituales, sus móviles y, una de las féminas, con un iPod de última generación, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje.

Volvieron a llenar su piscina de plástico, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje, y nos deleitaron con su contribución a la expansión de la música por el vecindario.

Nada que objetar salvo por un detalle. Durante este largo mes y medio de vacaciones que han disfrutado, la casa okupada ha estado cerrada a cal y canto para evitar que cualquiera pudiera entrar en ella sin permiso, pues una cosa es la okupación y otra el libertinaje. Y como ya pasó a propósito de la Taschele de Berlin y de los anteriores okupas que "tomaron" la casa contigua a la que actualmente ocupa uno, como ya relataré en la crónica del viaje estival, me han vuelto a asaltar las dudas. Si uno piensa que la mayoría de los empresarios, banqueros, ejecutivos y políticos, no son más que simples parásitos que viven gracias al trabajo ajeno y a la opresión de una mayoría de asalariados, ¿quedan demasiado lejos de ellos estos sujetos que una vez okupada una casa ya hace casi diez años al gozar de sus merecidas vacaciones como cualquier pequeño burgués cierran el domicilio a cal y canto para que a cualquier indocumentado no se le ocurra mancillar su "propiedad"? ¿Si no pagan luz, ni agua, ni gas, ni contribución urbana, ni hipoteca o alquiler, mientras la gran mayoría de los asalariados deben hacerlo ahogándose, a veces, para llegar a final de mes o dar una educación decente a sus hijos, de verdad alguien se puede creer que se está combatiendo revolucionariamente contra el sistema capitalista y la especulación inmobiliaria?

Pues eso, que hay determinadas actitudes incoherentes o moralmente laxas que, con el tiempo, soporto menos hasta disponer mi ánimo de un modo escasamente benévolo hacia ellas.