18 de septiembre de 2010

18 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (I). La razón totalitaria...


Es difícil saber si la hipótesis que conocemos en su formulación "todo está relacionado con todo", indemostrable por definición, es suficientemente útil para explicar determinados acontecimientos. A veces, al encontrar relaciones aparentemente lejanas u ocultas entre algunos hechos aporta una luz nueva sobre ellos. En otras ocasiones, complica innecesariamente la descripción, nos hacer ver conexiones donde o no las hay o no debería haberlas de tan tenues y distantes que son y acaba sumiéndonos en el desconcierto ante la multiplicación de causas y efectos.

Algunos de quienes nos educamos filosóficamente en el marxismo y luego en el postestructuralismo tenemos una tendencia casi patológica a buscar esas cadenas de relaciones en el seno de un modelo holístico, absolutizador y a caer indavertidamente en las redes de la trampa totalitaria. La interrelación, la mariposa que desencadena un tsunami, la multiplicidad de conexiones, no deja de ser una nueva versión, relacional eso sí, del sempiterno espíritu de totalización que distingue una gran parte del pensamiento de las culturas europeas y alimenta cualquiera de las variables del sueño político totalitario (fascismo, nazismo, fundamentalismo teocrático, comunismo...) pues sin el pensamiento totalizador el totalitarismo político pierde su fundamento, su razón, esa lógica interna que la hace tan seductora para cierta intelligentsia: hasta donde uno sabe no hay proyecto político totalitario que no se asiente en un pensamiento de este mismo talante.

No obstante, esta correlación íntima no equivaldría a una hermandad indisoluble entre la "razón" y el totalitarismo. Primero porque supondría una reificación, una cosificación de la razón. Como si la razón fuera una cosa entre otras, un objeto entre otros, descriptible y con unas propiedades determinadas más o menos fijas.

La razón es, más bien, singular y concreta: existe en el seno de racionalidades. No es una facultad independiente de los procedimientos, objetivos y métodos de un determinado programa o proyecto producido racionalmente. Así, habría racionalidades totalizadoras pero otras no lo serían: hay manifestaciones racionales grandilocuentes y saturadoras y otras modestas y cautas. Y, por supuesto, Occidente no se ha dotado de una única racionalidad como tantos relativistas y culturalistas de nuevo cuño sostienen. La historia del pensamiento desde Montaigne a Nietzsche o Popper, está repleta de programas críticos, escépticos, no-totalizadores que son, le pese a quien le pese, Occidentales.

Y es que cuando uno busca "los tres pies al gato" sin voluntad sistemática, aunque aplique sistemáticamente un mismo método o una misma estrategia, es decir, cuando sabe que la proyección de un modelo a distintos ámbitos no implica que estos sean ni homogéneos, ni siquiera isoformes, puede atemperar la trampa totalizadora del empeño relacional: no aplana la superficie de los hechos y puede aceptar que de la misma forma que hay conexiones también hay desconexiones. Que yo me hurgue la nariz con el dedo ahora mismo no tiene conexión alguna con la alteración de la trayectoria de un asteroide en una galaxia a más de tres mil millones de años luz. Ni son fenómenos homogéneos ni pertenecen al mismo orden causal y tampoco tienen ninguna conexión probable a la luz del conocimiento acumulado por la humanidad en estos últimos siglos. En la banda media de los fenómenos físicos de nuestro entorno puede haber muchos acontecimientos relacionados, cierto, pero tampoco todos están forzosamente conectados con todos. Mis palabras de ahora no guardan relación alguna (en el sentido de interacción causal) con lo que el sábado que viene Barack Obama dirá en una alocución radiofónica (si es que todavía las hace).