De la lectura de Lowell hay mucho que destacar pero me quedaría con el poema sobre W.H. Auden que cuelgo en la versión que he encontrado colgada en la web de la UNAM y que me gusta más que la que he tenido el placer de leer en Losada.
"
Desde 1939
Nos perdimos la declaración de guerra,
en la luna de miel, en tren hacia el oeste;
en los revolucionarios treintas
fatigamos los Poemas de Auden, hasta que bajamos
la cabeza
de acuerdo al caminar
de lo anacrónico, confortable y mezquino...
Hoy de más cosas me pierdo,
mi equivocación es más consciente.
Veo otra muchacha leyendo el último libro de Auden.
Debe ser muy moderna,
usa el pretérito para diseccionarlo.
Como Munich, él es ahora histórico
y quizá maduró
hasta amar la podre del capitalismo.
Vivimos todavía
entre el demonio de sus negligencias
que él quiso desdeñar
con la excentricidad malévola de la vejez.
En nuestro inconcluso y revolucionario presente
nada comienza y todo ha terminado.
El Diablo sobrevive a sus vacías esquelas
y se dirige, cojeando y maldiciente, a su demolición,
la pesadez moral más allá de balanzas,
vómito circular como manchas
de hierba amarillenta.
Inglaterra y Estados Unidos han durado
lo suficiente para temerle a su pasado,
los hábitos se aprietan como cera.
los alegres, los prósperos, su ácida violencia.
Hace unos diez años
caballerosos negros africanos revisaron
su pequeño cementerio inglés y en la basura
sofocaron estatuas
de la Reina Victoria, de Kitchener, de mercenarios
de Belfast
tallados en jabón y por mandato desangrados hasta
la blancura.
Los apresan las cartas marcadas que norman su
salario—
que el infortunio soberano abandonen.
¿Se entusiasmaron demasiado como una gran actriz dedicada a probarse su vestuario?
¿Tal vez creyeron que ellos revivirían
de proseguir su espíritu?
Sentimos a la máquina huir de nuestras manos,
como si alguien más la condujera;
si vemos una luz al fin del túnel
es la luz de otro tren que se aproxima"
Para no faltar a la verdad una de las razones de que me guste este poema es que desde mi más tierna adolescencia he detestado a Auden. No sé porqué pero sin leerlo me caía mal. Me lo representaba como el típico dandy de izquierdas que pontificaba sobre el fin de un capitalismo del cual extraía pingües beneficios, siempre presto a ponerse a la cabeza de las "causas justas" pero por egolatría, no por compasión o convicción. De adulto lo he leído y debo reconocer que es un gran poeta. Pero aquella imagen que me forjé de él ahí continúa: me sigue cayendo mal y no tengo ningún libro suyo en mis librerías.