¿Lo que ayer concluía tiene que ver con el debate que Rosa Luxemburg planteó entre "Reforma o Revolución"? En realidad no. La necesidad que experimento de justificar la modificación del actual orden económico, social y moral para el cual creo que no sirve la etiqueta "capitalismo" ya no cabe bajo ese falso debate porque, de antemano, creo que hay que renunciar a jugar con esas reglas. Preferir que no fenezca una estructura social a que su defunción comporte sufrimiento y muerte de los más desfavorecidos ya indica que nos estamos alejando de los modelos de inteligibilidad política dominantes.
Ni reforma, ni revolución. Ni reforma entendida como mejora posible del orden mediante la aceptación de sus reglas de juego -en cuanto las aceptas de buen grado se ha acabado cualquier resistencia ética-, ni revolución entendida como cambio drástico y sangriento del orden existente en pos de un futuro que se cree mejor pero que desde el mismo instante en que se asume que debe comportar la muerte de "culpables" pero también de "inocentes", porque el fin justifica los medios, ha emprendido su corrupción ética.
Ya hace cuarenta años que Habermas hablaba sobre "El capitalismo tardío" y sus problemas de legitimación suscitando un notable consenso respecto a la calificación de "tardío". Pero ese capitalismo tardío ha mutado tanto y tan rápido que dudo que se pueda seguir hablando de "capitalismo". Que hay ricos y pobres, beneficiados y desfavorecidos está claro y que las diferencias entre "clases" (un concepto que debería ser rigurosamente recompuesto) son cada vez mayores, sí. Pero eso también se podía aplicar al feudalismo, al esclavismo, etc.
Me temo que estamos ante un nuevo sistema económico, distributivo y ético que conserva muchas de las estructuras del antiguo capitalismo pero que es substancialmente diferente y no sirven para él las viejas estrategias marxistas. Los dilemas, las alternativas, las decisiones que creíamos que había que tomar hace tan sólo viente o treinta años, puede que las vivamos aún como necesarias, vigentes, candentes, pero lo más probable es que ya sólo sean restos de un pasado que ha pasado muy deprisa.
Con todo: la justicia social y la lucha contra el sufrimiento no han quedado obsoletas porque tengo la impresión de que son constantes en la historia del
Homo Sapiens.