A la espera de que el domingo veinticinco se determine qué capataces nos dirigirán los próximos años en esta sucursal de la gran empresa del mundo, qué unidad de guardia vigilará nuestra existencia en este pequeño campo del gran
Lager administrado, uno ha resuelto sumergirse de lleno en la lectura de Salvatore Quasimodo. Más que una forma de protesta es una débil huida, una diminuta intifada interior tan mínima que se diluye al explicarla. Es triste pero es que tampoco cabe hacer mucho más en estos tiempos "menesterosos".
P.S. Por mucho que algunos intenten situarle a uno en cualquiera de los dos bandos enfrentados y lo amparen en la inevitabilidad del sentimiento nacional (?) y en la lógica maniquea del "con ellos o con nosotros", hay que persistir en que ni con unos ni con otros. Y, como uno cree ser algo más prudente que aquellos que le quieren lanzar al campo de batalla, como mínimo pide que le concedan el beneficio de la duda: quizás el desarraigo no haya extirpado el sentimiento de "amor por una patria" (o una lengua, un paisaje, un... etc.) pero uno está en ello desde hace años y promete seguir intentándolo.