Para aquellos que deseamos evadirnos en la medida de lo posible de las distintas formas de totalitarismo, el pensamiento libertario y el liberal ofrecen dos posibles vías de salida a condición de que sean transitadas en sus formas más atenuadas y teniendo siempre presente algunas prevenciones.
A modo de ejemplo: el pensamiento liberal de Rorty tiende a minusvalorar las formas de coerción social y los condicionantes que pueden llegar a disminuir hasta cerca del cero la voluntad autónoma de los sujetos. Sin caer en el determinismo es evidente que la presión social, y ahí tenemos como prueba los estudios de Bourdieu, condiciona la actividad del sujeto.
Por ello, para transitar la vía liberal es condición
sine qua non que la organización social, aunque no se entienda sobre el modelo organicista, sí sea tomado como un actante más de la acción humana.
También de la otra parte: en la síntesis de Antonio Orihuela el
desideratum de no ser dominado y no ejercer dominio debería ser cuidadosamente matizado. Dependiendo de cómo definamos la "dominación" ésta puede ser difícilmente extirpable. Y, en cualquier caso, entendida al modo más coloquial, uno no cree que sea posible eliminarla, aunque sí reducirla. La supresión total de la dominación tiene un parentesco evidente con las utopías vinculadas a los proyectos de ingeniería social que como el marxismo, el nazismo o el liberalismo clásico y algunas formas de anarquismo, han sembrado de cadáveres muchas calles.
Por ello, desvincular el utopismo de cualquier forma de ingeniería social es una condición
sine qua non para poder, a su vez, transitar la vía libertaria.