La alarma nuclear que recorre estas últimas horas los medios de comunicación y desata la histeria contrasta con la pasividad y el olvido con el que esos mismos medios, habla uno por ejemplo de
El País, han tratado durante años las reivindicaciones de los colectivos opuestos al desarrollo de la energía nuclear.
A aquellos que subscribimos en su momento algunas de las tesis de Robert Jungk y de los movimientos ecologistas y pensamos que la inversión en energía nuclear obedecía a criterios marcadamente especulativos sin suficiente fundamento racional, no puede por menos de producirnos ahora sonrojo la súbita conversión de los mismos que apostaban, por ejemplo, por prolongar la vida de las centrales nucleares ya obsoletas y condenaban al ostracismo mediático a los "cavernícolas antinucleares", al bando de los escépticos y críticos.
La tesis de Sloterdijk acerca del papel de los medios como generadores de stress que asegure el perpetuo estado de alerta productiva de los sujetos vuelve a verse refrendado por los hechos.