Días de nubes, aguaceros y chubascos soportados leyendo a Herodoto más como un cronista o cuentista que como un historiador. Tucídides y su guerra del Peloponeso, ya quizás más historiador que narrador, aguardan y tal vez la luz que ha vuelto ponga en sus páginas la alegría que ha costado poner en los relatos del de Halicarnaso.
Con todo, he gozado especialmente de dos personajes: Aristodemo, el cobarde de las Termópilas, el único lacedemonio que sobrevivió y se cubrió por ello de oprobio y Pausanias, el general espartano menos valorado de la antigüedad, siempre a la sombra de Leonidas, Temistocles o Aristides. Ambos fueron los grandes protagonistas de la batalla de Platea, que puso fin a la hegemonía persa sobre Grecia.
De Aristodemo escribe: "De todos los lacedemonios, el que en mi concepto hizo mayores prodigios de valor fue Aristodemo, aquel, digo, que por haber vuelto vivo de Termópilas incurrió en la censura y nota pública de infamia".
De Pausanias, el artífice de la victoria, narra Herodoto, por ejemplo su arenga decisiva a los atenienses en el momento crítico de la batalla: "Al verse Pausanias tan acosado de la caballería enemiga, por medio de un jinete que despachó a los atenienses hizo decirles:
—«Sabed, amigos atenienses, que tanto nosotros los lacedemonios como vosotros los de Atenas, en vísperas de la mayor contienda en que va a decidirse si la Grecia quedará libre o pasará a ser esclava de los bárbaros, hemos sido vendidos por los demás griegos nuestros buenos aliados, habiéndosenos escapado esta noche. Nosotros, pues, en el lance crítico en que nos vemos, creemos de nuestro deber el socorrernos mutuamente, cerrando con el bárbaro con todas nuestras fuerzas de poder a poder. Si la caballería enemiga hubiera cargado antes sobre vosotros, debiéramos de justicia ir en vuestro socorro, acompañados de los de Tegea, que unidos a nuestra gente no han hecho traición a la Grecia. Ahora, pues, que toda ella ha caído sobre nosotros, razón será que véngalo a socorrer esta ala, que se ve al presente muy agobiada y oprimida. Y si vosotros os halláis acaso en tal estado que no os sea posible concurrir todos a nuestra defensa, haréisnos siquiera la gracia de enviarnos vuestros ballesteros. A vosotros acudimos, ya que sabemos que estáis en esta guerra sumamente prontos a darnos gusto en lo que pedimos.»"
La suerte de Pausanias, sin embargo, bien curiosa, creo que la cuenta Tucídides y aunque la conozco habrá que esperar unos días.