Afortunadamente la realidad es compleja y el imperio de los estereotipos, con ser poderoso dado su carácter de aproximaciones metafóricas de las que todos nos servimos habitualmente por economía de pensamiento, se debilita mostrando su carácter de falsas hipóstasis a poco que la mirada se detenga un poco y el sentido común se esfuerce. Pero si no se realiza esta operación su vigor es tal que es capaz de ordenar la acción en su nivel más primario e inmediato. Ayer, por ejemplo, contemplando a los legionarios cantando el "Novio de la Muerte" mientras llevaban a hombros al Cristo en Málaga, uno sintió que le sigue produciendo más pavor la España negra que simbolizan que la Catalunya provinciana y boba que el eje dominante de los secesionistas desea construir. Esa Catalunya utópica, por muy estrecha que a uno le pueda parecer, no deja de ser una ensoñación, un deseo, un constructo sin fundamento fáctico real y, por tanto, susceptible de diversos escenarios futuros. Está relativamente abierta. La España negra no es un modelo maleable: fue una realidad que tiñó la península ibérica de sangre, dolor y represión durante décadas y de la que, objetivamente, hay que huir. En caso de enfrentamiento violento entre ambos nacionalismos, la repugnancia que a uno le inspira el negro español no dejaría opción para mucho: debería colocarme del lado de los secesionistas...