Anoche, concierto frío aunque agradable del
virtuoso y original Stanley Jordan: el primer concierto en meses. Una abstinencia que, como la de las salas de cine, sigue sin sentarle demasiado bien a uno. Durante la actuación hubo bastantes reflexiones a cuenta del juicio que Marc emitió por la mañana en el trayecto en coche a la última jornada de la temporada regular de
football flag: no entendía cómo en el funeral de estado por las víctimas del vuelo de
Germanwings había 150 velas representando a los 150 ocupantes del aparato. La del copiloto no debería haber estado. Sin ninguna sofisticación ni refinamiento, Marc expuso con claridad las consecuencias del relativismo moral al que ha llevado el siempre necesario, e imprescindible, relativismo metodológico: igualación de verdugos y víctimas en un magma en el que no es reconocible lo que el sentido común, por muy contextual e histórico que sea, reconoce como éticamente rechazable y aceptable.