21 de abril de 2015

Otra sangrante muestra de los desvaríos a que conduce el relativismo moral


Ayer el profesor Abel Martínez Oliva fue asesinado en un Instituto de Barcelona. No es necesario extenderse mucho sobre el hecho: en un sentido está todo dicho y en otro no hay nada qué decir. Mas donde sí hay mucho, demasiado, para escribir es en torno a las valoraciones, descripciones, explicaciones y comentarios públicos al respecto. En este país apenas está habiendo hueco en los medios no ya para una reflexión sobre la relación entre el asesinato y el estado del sistema educativo público sino siquiera para una evaluación de las implicaciones derivadas de que al asesino, por muy niño que sea, le salga gratis el acabar con una vida humana: así de claro y simple. Ya se puede culpar a la sociedad, el sistema, los videojuegos, las redes sociales, al Capital, etc. El hecho es que es inimputable penalmente y de eso prácticamente ni se habla en esta Catalunya. Pero es aun peor, difícilmente soportable, el imperio de un relativismo moral social e institucional plasmado en la frase con el que la web del Telenotícies nacional resumía las últimas, inaceptables y perversas - moralmente hablando - declaraciones de la Consellera d'Ensenyament: "Ha mort un professor, però hi ha una gran víctima, que és el nen" ("Ha muerto un profesor pero hay una gran víctima que es el niño"). Ya no es que haya una igualación moral, semejante a la del caso de Germanwings: literalmente es que se ha producido una inversión. La víctima no es el fallecido sino el asesino a quien los medios, y las instituciones, han dedicado - y uno no exagera - muchísimo más espacio, tiempo y, por supuesto, recursos del erario público que a la víctima. De hecho, los términos "crimen" o "asesinato" o el nombre del profesor apenas han sido utilizados ni por los medios ni por la clase política. Se habla de "ha muerto", de "un accidente" y de un abstracto "profesor". Un accidente laboral más: como si se hubiera caído de un andamio por imprudente...

Perversidad de un relativismo moral que nos instala en "la noche en la que todos los gatos son pardos" y absuelve al criminal abandonando la víctima a su suerte...