En la Comunidad tiene uno ocasión de ver la entrevista que el
president Artur Mas concedió a La Sexta y es justo reconocer que exhibió unos modales valientes y una actitud de aparente transparencia que pocas veces se ven entre los políticos del estado español, en especial si hablamos de los conservadores. No llegó a la altura del Oriol Junqueras que apareció en la entrevista - más dócil, eso sí - que le realizó el histriónico Risto Mejide pero resaltó especialmente si tenemos en cuenta el trasfondo del patético espectáculo que pocos días antes había protagonizado su antiguo valedor, el otrora gran cacique de estas tierras, Jordi Pujol, que no renunció a sus hábitos de "señorito" ni en una comparecencia parlamentaria en la que, se suponía, debía dar explicaciones acerca del origen de su misterioso patrimonio. Es cierto que algunos no las necesitamos: ya sabemos de su catadura desde hace décadas pero hubiera sido de agradecer una conducta digna, humilde y no tan lamentable y despótica como fue. Comparado con él, Artur Mas pareció un auténtico dirigente responsable y moralmente digno de ser tomado en serio. Cierto que la conversación que mantuvo con la más bien entregada - algunos dirían servil - Mònica Terribas por estas mismas fechas desmerece un poco este esfuerzo pero entre su puesta en escena ante Ana Pastor y su actitud de desobediencia simbólica, pero desobediencia al fin y al cabo, que contribuye a la deslegitimación de la legalidad española que ha emprendido, Mas ha ganado suficientes puntos como para poder abandonar el jardín de mis fobias aunque siga sin caerme bien.