31 de julio.
Cansados, llegamos de la excursión a Crail y Anstruther, pasadas las ocho y una lluvia torrencial nos esperaba en Saint Andrews para brindarnos la oportunidad de llegar empapados una vez más hasta Abbey Villa. No me extraña que en las paredes del salón dos horrendos óleos recreen paisajes costeros del sur: en invierno deben ser el último refugio contra el desapacible clima de estas tierras.
Mañana habrá que levantarse pronto, hacer las maletas y poner la casa en orden así que es poco probable que pueda escribirse nada más.
FIN
Y, en efecto, así fue.
A modo de conclusión (marzo de 2013):
Buscando entre los archivos del viaje uno encontró, a destiempo, dos fotografías que le hubiera gustado insertar en las notas ya publicadas. Ese hábito de dejar la contemplación de lo retratado para la vejez tiene estos inconvenientes. La primera es del abedul de Alan. La segunda, del partido de polo en la playa. Tan distintas y, a la vez, tan propias de Saint Andrews...
El abedul en memoria de Alan
El "espectáculo" del polo en la playa
Y para evitar un cierre armonioso, hay que decir que Clàudia le recuerda a uno que ha faltado a la verdad escandalosamente al relatar el día de Crail y Anstruther: olvidé mencionar (qué lapsus freudianos) mi monumental enfado por perder el autobús que contó, entre otros elementos a considerar, con una crítica general a todos los demás miembros del clan por no haber estado atentos a la llegada del transporte público... Sin comentarios...