Conocí a Antoni Domènech a finales de los ochenta. De común acuerdo con Rais Busom, le propusimos encabezar la sección de Ciencias Sociales de la Societat Catalana de Filosofia que acabábamos de constituir, a lo cual se avino sin dudar. La sección tuvo poco vuelo pero Antoni Domènech se mostró colaborador y, sobre todo, lúcido. Era un marxista educado en el rigor del pensamiento analítico y, por tanto, muy distante de la verborrea postestructuralista/althusseriana en la que estábamos presos. Afortunadamente, de alguna manera presentíamos que debíamos ir más allá y, por ello, contactamos con él. Además era amigo de Harich, a quien tanto Rais como uno, admirábamos pese a la "fealdad" de su discurso sobrio y de "sentido común".
Hacía años que no sabía de él hasta que, por casualidad, encontré una entrevista suya realizada en La Habana para la revista "La Jiribilla" y, picado por la curiosidad, llegué hasta la revista
"Sin permiso", de la que es editor general, y que resulta muy recomendable para aquellos marxistas o ex-marxistas que huyen de dogmas y reduccionismos. Ha envejecido, sí, pero su pensamiento sigue siendo envidiablemente claro. Sobre la "crisis" actual, señala en la entrevista:
"Entonces, a modo de reacción, si así puede decirse, y tras distintos
tanteos, vino la innovación para mí crucial del “neoliberalismo”:
desacoplar la demanda efectiva agregada de los salarios reales. ¿Cómo?
Financiando la demanda efectiva y el consumo popular a partir de un
fraude financiero piramidal a gran escala que permitió el crédito
barato. O sea, financiar la economía para que, sin aumentar los salarios
reales, los trabajadores puedan comprarse coches, casas, etc. El
desplome a la mitad de la tasa de afiliación sindical registrado en los
países de la OCDE en las tres últimas décadas tiene que ver con eso.
Algunos compañeros italianos, más propensos a la hipérbole que nosotros,
han hablado de un “cambio antropológico” de la clase obrera, en el
sentido de que debilitó extraordinariamente la consciencia colectiva de
clase.
Hubo, en Europa y en EEUU políticas de intervención estatal que
podríamos llamar de inflación de activos: cuando (casi) todo el mundo
puede comprarse una casa con créditos inopinadamente baratos, los
precios inmobiliarios suben; una vez que esto ocurre, la capacidad de
crédito de cada cual aumenta, poniendo la propia casa revalorizada como
colateral del nuevo crédito, etc. . El truco básico del neoliberalismo,
en Europa y América del Norte, ha sido sustituir el incremento del
salario real por el crédito barato; la inflación de activos
inmobiliarios y financieros ha sido el medio. Como dicho, esa política
contribuyó a la idiotización (en el sentido clásico de encapsulamiento
particularista en lo propio) de la población trabajadora, la hizo más
individualista, desbarató a las organizaciones obreras reformistas
tradicionales al arrebatarles el propósito central (la lucha por la
subida de los salarios reales): hay que recordar que los sindicatos
obreros, por reformistas y moderados y “traidores” que sean, son en
general instituciones hostiles al espíritu del capitalismo."
La entrevista completa
aquí.