Y en pocas horas de vuelta al trabajo. Ya puede uno consolarse con mil y una justificaciones. Al final sólo queda una: hay que vender la fuerza de trabajo a aquellos que poseen el suficiente capital -en sus más diversas formas- que uno necesita para sobrevivir y del que carece. Los motivos, evidentemente, no tienen que ver sólo con los méritos y las capacidades de los individuos sino también con algo más difuso que llamamos "economía" y "organización social".
Finalmente, los planes concebidos se han ido al garete, como corresponde. Al final será cierta la versión "políticamente correcta" del "cambio climático": prácticamente ha llovido cada día (o ha estado nublado) y el sol se ha visto en contados momentos.
Con estas, la playa ha quedado en el deseo y la realidad se ha impuesto. Podría haber escrito algo más pero bastante he tenido con preparar la versión definitiva de Las vidas de las imágenes y trabajar con algunas notas para otro poemario que está en el horizonte más lejano. Ya llegará. Supongo... Bueno, he acabado un poema, "Viernes santo: sports et divertissements", para un conjunto que estoy reuniendo y que tampoco tengo mucha idea de cuándo estará concluido. Más tarde que pronto, eso seguro.
Por lo demás, muchas películas, la última, la correcta (500) Days of Summer y algunas lecturas sueltas y relecturas, especialmente Yevtushenko con quien trato de arreglar cuentas a propósito de un poema suyo, "Tres minutos de verdad", que ha oscurecido otros que apreciaba. Dejo aquí uno de ellos:
"Babi Yar
I
No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.
O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:
"Mata judíos: salvarás a Rusia".
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.
Me siento dentro
de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.
Solamente podemos abrazarnos
en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.
Y en torno a Babi Yar suena la hierba
que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.
Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
"Unión del Pueblo Ruso". No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso."
Versión de Herberto Padilla (http://amediavoz.com/yevtushenko.htm)