Esta noche he soñado con David González y un recital de poesía en Zaragoza que no llegaba a tener lugar porque nos perdíamos. Bueno, mejor dicho, porque
yo me perdía: él me daba indicaciones vía móvil pero no conseguía seguirlas adecuadamente por un casco viejo que, en realidad, era el de Barcelona.
Debería escribir sobre ese sueño porque tiene su gracia lo que mi inconsciente fabrica después de cenar paté, Ribera del Duero y tragarme de corrido tres frustrantes películas,
N Napoleon y yo de Paolo Virzì,
Julia and Julie de Nora Ephron y
Victory (
Evasión o victoria) -para tratar de compensar los dos fiascos anteriores- de John Huston. La película de Huston, todo sea dicho, la más decepcionante. No es agradable constatar que no resiste el paso del tiempo (Michael Caine de defensa central del equipo de los aliados es, simplemente, un dislate colosal).
Sin embargo, creo que aun puedo decir alguna cosa antes de llegar al socorrido material de los sueños. En este caso, una breve reflexión acerca de la "jardinería de las fobias".
Leyendo un texto que ahora transcribiré, me he apercibido de que las fobias requieren más cultivo que las filias y que este trabajo es, a menudo, más ingrato de lo que uno se piensa. Es preciso insistir sin desmayo y trazar bien su espacio de crecimiento, su frecuencia de riego y su poda. En caso contrario, las buenas hierbas pueden crecer y acabar consumiendo el alimento que requiere para crecer y levantar uno de los pilares de nuestra subjetividad.
Leo:
"El concepto de veracidad está presente en la Constitución Española. No es gratuito que se haya perdido en el borrador de Constitución Europea que se presentó para su aprobación. El concepto de veracidad ha perdido importancia en las realidades actuales de la comunicación. Sin embargo, la tierra no está quieta, querido Galileo, ni en Irak había armas de destrucción masiva, ni las crisis económicas se deben a los salarios y los derechos sindicales de los trabajadores, ni las miles de muertes de hambres diarias que suceden en el mundo pueden separarse de las cuentas de beneficios de los bancos y de algunas leyes económicas que aprueban nuestros políticos".
Y en plena reflexión crítica sobre el relativismo postmoderno no puedo por menos que suscribir casi palabra por palabra lo escrito. Bien.
¿Dónde está el problema? Lo escribe Luis García Montero.
Así pues, voy a tener que emplear la mañana en explicarme que esta coincidencia fortuita no significa nada y en amontonar de nuevo las razones por las cuales Luis García Montero habita en el Parnaso de mis fobias y debe seguir en él.
Para que luego digan que es más fácil detestar que amar.