El secretariado del sindicato votó el viernes a favor de volver a la huelga contra la política educativa de Margall. Más específicamente, contra el decreto de autonomía de centros, el decreto de direcciones y la supresión de las líneas de Bachillerato.
Fue una reunión áspera porque las moviilizaciones propuestas por los sindicatos "de clase" son tibias y no cuentan con el respaldo del profgesorado de secundaria que parece desear medidas más contundentes y que le supongan un menor coste. Vamos, la vieja y habitual idea de que la huelga se hace para causar el mayor daño posible con el menor coste para el trabajador porque es su única arma.
Algunos nos volverán a reprochar el corporativismo y el debilitar a un gobierno de izquierdas. Respecto a lo segundo, sólo puedo sonreir: si alguien se cree que las cosas irán peor con un gobierno de derechas en la educación es que no vive en este mundo y respecto a la política económica, las diferencias son mínimas. Respecto a lo primero: también se podría decir que el marxismo se apoyaba en un corporativismo de clase al confundir los intereses del proletariado con los de la humanidad y, sin embargo, los atribuidos a la humanidad eran, considerados abstractamente, moralmente justos. Pues eso. Nosotros al menos no los confundimos pero creemos que los intereses de la Enseñanza que defendemos son éticamente honestos por no presumir de justos. Es más de lo que puede decir el "tripartit" que gobierna Catalunya.
Estos días estoy leyendo al antropólogo Ernest Gellner, un feroz crítico de la antropología posmoderna y de la orientación hermenéutica de Clifford Geertz. Aunque sigo prefiriendo a Geertz, todo y estar de acuerdo con algunas tesis de Gellner, rescato un texto suyo a propósito de la huelga poco sospechoso de tendencioso y escorado "a la izquierda":
"Las huelgas tienen mucho de esta misma lógica de los juramentos colectivos. Sindicatos obreros muy fuertes o corporaciones de empresarios muy fuertes pueden ciertamente imponer arreglos contrarios a las intuiciones morales de la sociedad. Pero la mayoría de las veces ninguna de las partes se enucentra en una posición tan fuerte. La efectividad de una huelga , o la resistencia a ella, depende de la cohesión y/o convicción de ambas partes. Estas se entregan a una especie de aprtida de póker, en la que hacen alarde de su fuerza antes de una posible confrontación. A menudo llegan a un arreglo 'fuera de la huelga', por así decirlo, pero el incentivo para obrar así depende de que una huelga continúe siendo una posibilidad real, y hasta que la huelga no se produzca realmente, uno no puede estar seguro de cuántos serán aquellos que mantendrán su posición jurada ni por cuánto tiempo lo harán. es la naturaleza
colectiva de asumir una posición lo que tiene peso y esro debe ser puesto a prueba de vez en cuando." ("La guerra y la violencia" en
Antropología y política, p200-201)