16 de abril de 2010

16 de abril de 2010: en Madrid (III). En el Thyssen


Tras realizar una pésima elección en el Círculo de Bellas Artes y comer bastante mal, un café y un poco de esfuerzo para tratar de continuar con la lectura del AVE que al final abandoné, Si Dios no existe... (traducción de Marta Sansigre de Religion: If There Is No God) de Leszek Kolakowski. Lo que más me atrajo de este libro decepcionante, estas dos frases:

"Esto parece banal y es banal y, por lo tanto, importante, puesto que lo banal es nada menos que lo que todos saben y experimentan" (p37)

"El método científico puede predecir lo que va a ocurrir. Por ejmplo, si uso una fuerza bien definida para lanzar un bien definido cuerpo en unas condiciones de gravitación bien definidas, puedo calcular los factores pertinentes y demostrar la corrección de la predicción... Usted no puede utilizar su habilidad sobre la divinidad de la misma manera, para predecir, hacer, calcular, explicar. Los templos más espléndidos fueron construidos sobre la base de los cálculos de los ingenieros, no de sus oraciones; de otro modo, o no se hubieran construido o se hubieran derrumbado" (p80-81).

Y, por la tarde, con esa desazón que siempre me invade cuando tengo que enriquecer explícitamente a alguien que ya es increíblemente rico, rumbo al Thyssen. Ya casi había olvidado para lo que pueden dar las buenas alianzas políticas (Fritz Thyssen financió a Hitler y presionó para que fuera nombrado canciller) y militares (las empresas de Thyssen controlaban una nada desdeñable parte del acero que empleaba la Wehrmacht). En fin...

Los más de 13 euros que incluso puede que vayan a parar a alguna Fundación para paliar la pobreza del Tercer Mundo, no fueron, sin embargo, un desperdicio.

Disfruté con los cuadros de Canaletto y su trabajo de la profundidad, bien explicado por Esther. Especialmente con Il Bucintoro. Al ver de nuevo la perfección técnica es comprensible que un pintor contemporáneo no pueda por menos que responder a la tradición con un cuadro como Consecuencias de Adolph Gottlieb que resulta difícilmente comprensible.

Y, por supuesto, con Pissarro y su La calle Saint-Honoré después del mediodía. Efecto de lluvia, El apuro de Picabia, el soberbio Metrópolis de Grosz, Localización de móviles gráficos I, de Kupka, Arbol solitario y árboles conyugales y Treinta y tres muchachas en busca de la mariposa blanca de Ernst, Mujer en el baño de Lichtenstein, Último retrato de Lucian Freud o Retrato de George Dyer en un espejo de Bacon, cuadros todos ellos que cumplen el criterio de demarcación del gusto pictórico que enunciara tiempo atrás el padre de mi amigo Robert Veciana: "¿Te lo colgarías en tu casa?".

Con todo, el redescubrimiento de la obra de Emil Nolde y el hallazgo de Prisión de Tatiana Filonov fueron quizás lo más destacable de la visita.

Pero lo mejor del día estaba por llegar: el paseo por la Castellana y más tarde por Cibeles, tras la derrota del Real Madrid. Una experiencia de silencio y gozo sólo comparable al paseo por Canaletas cuando el Barcelona pierde en casa ante el Real Madrid. Grandes momentos de la pequeña historia del fútbol.