Sobre la interpetación no vocal de los actores, extraordinarios Christoph Quest (Selim), Pavol Breslik (Belmonte) y Jaco Huijpen (Osmin) más exigida Agneta Eichenholz (Konstanze) que tuvo el primer "gallo" que uno ha visto en una ópera -y si el espectador pasa un mal rato no hay ni que pensar en la actriz-, se sustenta la reinterpretación de la obra de Mozart.
En la Hoja Informativa que redacta el Liceu con ocasión de cada estreno se recoge un fragmento de una entrevista al director de escena Christof Loy (traduzco):
"GTL– Es por esta razón que nos encontramos una Konstanze y una Blonde que no son completamente insensibles a las pretensiones de Sleim y de Osmin?
C. L.– Creo que nos hemos de alejar del Selim que repugna a Konstanze y a su doncella. No es necesario que sea guapo, pero ha de turbar a Konstanze de una manera diferente a la de Belmonte, proponiéndole algo que su joven amante no le pueda proponer."
El motivo subyacente a esta reinterpretación se manifiesta un poco antes: "(Esto hace que) Oriente como simple color local no me interese, como tampoco una actualización con connotaciones políticas, sin embargo bastante evidentes. Prefiero ver en este marco geográfico la huella de una atmósfera de sensualidad, de confusión de los sentimientos, donde la gente pierde sus puntos de referencia habituales. El Oriente como un campo de posibilidades, como lugar de encuentros diferentes entre los seres".
¿Cómo logra Loy que una obra concebida inicialmente, según parece, como una relectura en clave ilustrada y liberal (desdemonización de Oriente, insistencia en la libertad de la mujer) de un motivo común a la literatura y arte de los siglos anteriores, los cristianos cautivos de musulmanes, se convierta en lo que él pretende? Pues gracias al extraordinario trabajo de los actores. Gestos, silencios, actitudes, movimientos, entonaciones, muecas, mímica, le dan el doble sentido requerido al libreto. En esto se muestra, como decía, la importancia del elemento actoral en la Ópera: el rendimiento buscado se gana "traicionando" a Mozart sin traicionarlo, sin -aparentemente- hacerle decir lo que no dice.