19 de noviembre de 2015

Crónica de la Nueva Edad (Fin: 19/11/2015)


Parece que ha llegado la hora de poner fin a esta "Crónica" que comenzó hace algo más de dos años como tal puesto que uno de sus objetivos, realizar un relato equidistante de la transformación de la vida social en Catalunya ante el auge del nacionalismo secesionista, ya no puede ser cumplido. Esta "Crónica" tenía su reverso en otra subterránea, privada, contra la que debería ser leída y que tal vez debería pasar a primer plano. Ya se verá pero esta "otra" narración clandestina no trataba de realizar un ejercicio de objetivación y desapasionamiento sino que obedecía a las reacciones más emocionales y menos elaboradas que estos cambios producían en la existencia de uno. Efectos más primarios y menos sofisticados pero no por ello más auténticos ni verdaderos. Hay que recordar aquí la pertinencia de la propuesta de partida ética de Foucault, "Desprenderse de uno mismo", de la subjetividad en la que uno ha sido emplazado y constituido tan artificialmente. El trabajo moral de desprenderse de esta construcción mediante un esfuerzo autónomo propio sustentado en la reflexión y el conocimiento y sus resultados son tan reales y auténticos como los iniciales.

Ahora, ante el fraude que los sectores etnicistas e intransigentes del movimiento intentan perpetrar forzando la "desconexión", la secesión de iure y de facto, más allá de cualquier mandato "democrático", es más, "contra" el resultado de un plebiscito en el que una mayoría minoritaria no triunfó y sin embargo intenta imponer su voluntad sobre un conjunto de minorías mayoritarias que sí salieron victoriosas, uno se siente tentado de tomar partido resuelto contra estos secesionistas de quienes, francamente, esperaba mucho más y que claramente han optado por la independencia a cualquier precio. Ya deberíamos saber, por experiencia histórica, que cuando el fin justifica los medios el fin se ha perdido irremisiblemente. Hace un par de años, Alfred Bosch, uno de los políticos de talla del movimiento, pese a la "escenita" esperpéntica del balcón del Ayuntamiento durante las Fiestas de la Mercè, dijo que los independentistas "debían seducir" a los no independentistas para obtener su propósito. Ha habido tiempo más que suficiente y predisposición de uno para dejarse embaucar pero las ambigüedades, incoherencias, frivolidades y negaciones de lo obvio de algunos, de muchos, dirigentes del proyecto, lejos de lograr esa conquista están a un paso de conseguir la oposición y animadversión más rotunda porque al diálogo y la persuasión de Junqueras, Bosch o Ridao, han sucedido las mentiras y dislates de Romeva, del detestable Artur Mas y, sobre todo, la actitud de esa Carme Forcadell que, como dice un amigo cruelmente, lejos de "haber perdido su rictus de virgen con el triunfo electoral, lo ha agudizado" y que se ocupa de recordarle a uno cada día que ni le representa ni es la presidenta del Parlamento de todos los catalanes, poniéndose a la exacta y misma altura que Felipe VI, Aznar, Zapatero o ningún presidente de la España posterior a 1981.

Con todo, lo peor no ha sido la actitud de la clase política secesionista, sino el hecho de que la inmensa, por no decir absoluta, mayoría de mis amigos o conocidos partidarios de la independencia han hecho suya esta reinterpretación tramposa en clave de victoria del plebiscito y la posibilidad de entablar con ellos una discusión franca, leal y racional se ha evaporado: el encono sentimental ha llegado a tal punto que en algún caso ha habido, por vez primera en estos años de efervescencia nacionalista, enfrentamientos verbales duros, desconsideraciones y hasta alguna velada acusación de criptoespañolismo que a uno no le ha sentado nada bien. Francamente, es excesivo, exagerado y no presagia nada bueno. Si estos son los mimbres de la futura República catalana vamos listos.

Afortunadamente, las palabras anteriores se escriben desde esa Crónica privada y clandestina, desde la proximidad y la renuncia a permitir el trabajo de las mediaciones y la negatividad, desde el exabrupto del despechado. Pero debería  recordarse, para ser justos y evitar ese dominio estúpido de la emoción bruta y grosera al  que se entregan los nacionalistas de ambos bandos, que frente a esa monja laica y despreciativa que ejemplifica lo peor del secesionismo están algunos de los líderes de la CUP, el único partido que, en rigor, nunca ha engañado a nadie que no quisiera autoengañarse, o el renovador y protagonista decisivo del secesionismo contemporáneo, Josep-Lluís Carod-Rovira, lejanos todos ellos al etnicismo y el atropello de la "voluntad" expresada en las urnas y, sobre todo, están las decenas de miles de secesionistas que rechazan la edificación de un país como finalidad en sí misma, que no se cobijan bajo una esencia del "pueblo catalán" que administrará la existencia en el futuro en este nuevo "país de jauja" y que creen firmemente, aunque uno pueda considerarlos ingenuos, que la secesión de Catalunya ofrece la oportunidad de levantar una organización social más justa y por ello merece la pena el empeño.

Y, en justicia también, recordar que del otro lado del Ebro, ante esta insurrección de las élites catalanistas, que algunos llaman - pornográficamente - "revolución", no todo se acaba en la réplica de las españolistas atrincheradas en su aparente posición de fuerza y su absoluto desprecio de los deseos de la mitad de los catalanes, sino que miles, tal vez millones, de ciudadanos del estado español apoyan la serenidad de un partido como Podemos y están de acuerdo en proponer un referéndum políticamente vinculante y una mesa de diálogo que debería sentar las bases bajo las cuales esa consulta sería váĺida y legítima, quizás en forma de una "Ley de Claridad" a la canadiense. Y, después, "que cada palo aguante su vela" y si se ha de partir España se parte y si se ha de renunciar a la Catalunya independiente, se renuncia. Pero eso, lamentablente, uno augura que no sucederá...

Para concluir, dice mi amigo Guillermo que una conocida secesionista justificaba su voto por la independencia en que estaba harta de sentirse tratada "como una mierda" por los españoles en su conjunto. Como él le respondió, ahora los no-nacionalistas nos sentimos, también, "como una mierda". No es mucho pero algo es algo lo que se ha logrado: una especie de socialización del menosprecio.

Desde Catalunya, sintiéndose "como una mierda", punto final.

6 comentarios:

  1. A ´pesar de todo, has aguantado más que otros, yo hace más de un año que renuncie a decir nada más sobre este tema, básicamente por un intensísimo sentimiento de vergüenza ajena. Cultivar la paciencia está bien pero todo tiene un límite.
    Ahora yo creo que tiene lógica sentirse decepcionado, yo creía un poco que vivía en un país mejor, derrotado, porque la gente no parece menos manipulable ahora que después de décadas de, más o menos, democracia y acceso a la educación, en definitiva vencido. Pero en este tipo de pugnas la mierda consiste en ganar y la derrota no está reñida sino que es necesaria para mantener un mínimo de dignidad.

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    1. Decepción y vegüenza ajena son sentimientos compartidos. Francamente. Y de mi cosecha añado, además, miedo porque la evolución de los acontecimientos está siendo, como debería haberme imaginado, la peor de las posibles y no estoy hablando de ruptura de España (que me la trae al pairo) o de fracaso del independentismo (que también) sino del modelo de país que están dibujando los etnicistas y que no esperaba que acabara dominando tan rápidamente el movimiento. Mea culpa. En mi descargo debo decir que me he apercibido que aceptaba acríticamente el princiupio de que los oprimidos son, moralmente hablando, superiores a los opresores. Sin embrago, como en el caso del estado de Israel, la superioridad moral del oprimido se acaba en la dimensión estrictamente ética. Políticamente, colectivamente, no hay ninguna razón para pensar que los oprimidos se comportarán de acuerdo a esa superioridad moral porque estamos mezclando dos órdenes distintos que la izquierda ha tendido a confundir pero que, honestamente, no estoy seguro que se deban amalgamar: lo ético y lo político no son coextensivos. Ni siquiera estoy seguro de que sean, en terminología de Lévinas, "lo mismo".

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  2. I no serà que ja se't veia el llautó últimament?

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    1. Hahaha. Segurament... Déu n'hi do quina gent i quin país! ("Jajaja! Seguramente... Joder qué gente y qué país"). No sé si se debe amar más a los amigos o a la verdad pero espero no perder el sentido del humor por intentar no mentir. No me cabe duda de que se me veía algo pero no sé, no sé...

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  3. Pues me da mucha pena que pongas fin a esta Crónica de la Nueva Edad. Como creo que sabes, quedamos todavía algunos incómodos con la postura en bloque de unos y otros y con ganas sinceras de comprender la situación, paso previo a la búsqueda (si es lo que se quiere, claro) de soluciones a los problemas. Y estas narraciones eran una forma de aislarse del ruido y pensar con calma. La verdad, deberías replanteártelo, aunque entiendo el desgaste. Un abrazo desde este lado del Ebro.

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  4. Gracias Alberto por tus palabras. Quizás siga haciendo comentarios aislados pero no sé si quiero mantener la equidistancia a cualquier precio visto lo visto... Veremos. Un abrazo desde aquí.

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