"el mar como el imán se expande en la emersión de sus contrarios
pero ¿se me olvida a sabeindas algo más de tanto como olvido?
me queda muerte por delante pero ¿de qué vida me olvido?
¿qué quiero y qué no quiero que perdure en los marítimos albergues
donde irrumpe la ruta de tantos recurrentes indómitos finales de trayecto?" (p22)
"la literatura no es sino un proceso electivo de circunlocuciones" (p175)
"jamás las artes todas coaligadas
valen lo que un instante de plenaria contemplación del mundo" (p176)
Concluida la lectura de
Entreguerras dejando correr, finalmente, la emoción, la libre asociación y la musicalidad, el ritmo y el sonido, ante la imposibilidad de someter el poema a la regla de la inteligibilidad que, no obstante, el poeta sigue en muchos momentos y, peor, de la que parte como premisa innegociable. Que la existencia sea hermética, cosa que cabe dudar si además, como sostiene, la duda es aquello que al final siempre queda bajo el tiempo de las certezas, no legitima que la poesía sea hermética: se trata de ámbitos distintos que no tienen por qué mantener homología alguna. Es decir, si uno desea ser hermético debe serlo pero que no lo fundamente en el supuesto hermetismo del mundo de esta manera: admitiendo acríticamente, sin duda aparente - cuando por contra se hace apología de la duda -, que la realidad sea absolutamente incomprensible ("toda", ya se sabe... siempre el holismo totalizador aunque sea en la versión negadora) y que, además, la poesía debe "hacerse cargo" de esta ininteligibilidad siendo ininteligible (porque, puestos, ¿se trata del mismo orden de ininteligibilidad? ¿dónde esta el
tertium que garantiza que la incomprensibilidad del mundo queda expuesta en la incomprensibilidad de la poesía?).
En cualquier caso, renunciando a la pretensión de la comprensión y a que, puestos, en muchos momentos se podría aligerar la carga versicular, las últimas páginas conmueven tan extraordinariamente que compensan con creces las objeciones señaladas.
P.S: Por cierto, la indignación del poeta como respuesta a la corrupta e ignominiosa organización social que nos rodea no es demasiado hermética ni irracional. Es, más bien, una consecuencia lógica, de sentido común, racional y razonable que una gran mayoría de los habitantes de este país entenderían perfectamente en prosa.