La colaboración que, a propósito de Dulces guerreros cubanos y con el título "La literatura en la época digital", se publicó hace unos días en la revista Catalunya Vanguardista.
"En lo que algunos persisten en llamar, contra toda evidencia,
“sociedad del conocimiento”, la literatura parece tener reservado el
mismo papel que las demás instancias dedicadas al entretenimiento de
masas. Como la mayoría de las ramas de las Humanidades que no tienen que
ver con el útil aprendizaje de idiomas va siendo postergada en los
planes de estudios por Ciencias y Tecnologías diversas. Para los medios
de comunicación su lugar está en los suplementos, las últimas páginas,
los cierres de noticiarios o los programas semanales de madrugada en
radio o televisión. Y si a nuestras sociedades avanzadas se las
considerara más bien “sociedades del espectáculo”, como en su momento
sugirió Debord, las obras literarias no se distinguirían en exceso de
otras fuentes de consumo de ilusiones como los videojuegos, las series,
las redes sociales o los Juegos Olímpicos. Incluso en aquellos círculos
elitistas para los que la lectura de las obras canónicas de la tradición
occidental sigue siendo rito obligado destinado a exhibir un
determinado capital simbólico aparejado al estatus social, el uso de la
literatura parece cumplir una función ornamental y circunscribirse a la
experiencia estética, al goce, al disfrute: algo no demasiado lejano del
juego.
Todo parece indicar que la concepción romántica del arte como medio
de acceso al conocimiento más íntimo de la naturaleza de las cosas, que
incluía a la literatura, ha sido arrinconada o, lisa y llanamente,
olvidada.
Sin embargo, poco
sabríamos de determinados períodos históricos muy alejados en el tiempo o
de ciertos lugares ya desaparecidos sin Homero, La Divina Comedia, Los cuentos de Canterbury, El Quijote, Las penas del joven Werther o Oliver Twist
aunque en estos tiempos que acontecen tras el Fin de la Historia semeja
que vivamos en un continuo presente que puede prescindir tranquilamente
del pasado. Mas incluso de ciertos sucesos más o menos contemporáneos,
nuestro conocimiento sería incompleto sin el testimonio literario. No
sabríamos lo suficiente del Holocausto sin las obras de Primo Levi, Elie
Wiesel, Imre Kertesz o Jean Amery. Ni tampoco sabríamos tanto del
totalitarismo sin Archipiélago Gulag, El Doctor Zhivago o 1984.
Esa otra cara de la literatura como productora de conocimiento no
debería ser borrada tan drásticamente porque al lado del artificio, de
la apariencia, de la ilusión y de la construcción lúdica, camina la
verdad, el testimonio, la memoria, la denuncia…
Un ejemplo de este valor cognoscitivo de la literatura que, dentro de
sus límites, tal vez debería ser rescatado del desván. Dentro de unas
semanas se cumplirá el 25 aniversario de las Causas número 1 y 2 que
marcaron un antes y un después en el devenir de la llamada Revolución
Cubana según coinciden la mayoría de los expertos. La número 1, la más
famosa, concluyó con los fusilamientos del general de división, y uno de
los dos únicos “Héroes de la República” con que contaba Cuba en
aquellas fechas, Arnaldo Ochoa, del coronel Antonio de la Guardia y de
los oficiales Jorge Martinez y Amado Padrón. El también general y
hermano mellizo de Tony de la Guardia, Patricio, fue condenado a 30
años. En la número 2, fueron juzgados otros altos oficiales del
Ministerio del Interior incluyendo al ministro José Abrantes, recién
cesado, que recibieron diversas penas de prisión.
Los procesos suscitaron las más diversas interpretaciones en la
prensa y, con el curso de los años, en los especialistas de la historia
reciente de Cuba. Para algunos fue un castigo ejemplar del régimen
castrista a cualquier intento aperturista en plena época de la perestroika;
para otros fue el desenlace de una conspiración abortada que iba a
protagonizar Ochoa; no dejó de haber quienes señalaran posibles ajustes
de cuentas entre la nomenklatura del régimen, traiciones
vinculadas a la corrupción, una cacería orquestada por Fidel Castro para
impedir la aparición de figuras que le pudieran hacer sombra en el
futuro inmediato e incluso una campaña de desinformación provocada por
la CIA, como causa de los juicios. Diez años después de las ejecuciones,
el escritor Norberto Fuentes, amigo íntimo de los mellizos Tony y
Patricio de la Guardia y antiguo escritor orgánico del castrismo,
exiliado en Miami desde 1993 gracias a las gestiones de Gabriel García
Márquez tras mantener durante un mes una huelga de hambre, publicó Dulces guerreros cubanos, una crónica ambientada en los días anteriores a las detenciones de Ochoa y los hermanos.
A
través del texto de Fuentes accedemos al relato pormenorizado de la
concurrencia de tramas que condujeron a sus ajusticiamientos. En una
estructura calidoscópica poblada de continuos flashbacks y, en
ocasiones, bruscas variaciones en el tono narrativo, desfilan por las
páginas las victoriosas campañas de Ochoa y sus blindados en el desierto
de Ogadén y Angola, las operaciones encubiertas de Tony de la Guardia y
las tropas especiales cubanas a lo largo y ancho de Latinoamérica,
desde Venezuela hasta Nicaragua, y más allá (el tráfico de armas, oro,
Chile, Argentina, Líbano…), sus agitadas y poco discretas vidas
sexuales, la corrupción imperante en prácticamente todos los niveles de
la Administración, los privilegios de la casta dirigente, los Rolex, los
regalos, la ropa y las carísimas bebidas de importación, las maletas
llenas de dólares, los negocios ilegales para sortear el embargo, el
estado policial, las ejecuciones dentro y fuera del país, las judiciales
y las extrajudiciales, los atentados, los campos de concentración, las
intrigas, el alcoholismo de Raúl Castro, la paranoia de su hermano
Fidel, etc. Un fresco de la Cuba postrevolucionaria sobre el cual se
erige una auténtica elegía de Tony de la Guardia pero que se extiende a
su hermano, a Ochoa y al núcleo de revolucionarios de primera hora que
acompañaron al castrismo hasta finales de los ochenta, constituyendo su
guardia pretoriana y tropa de choque de confianza, y que fue aniquilado
de un solo golpe.
Gracias a esta exhaustiva narración que destila melancolía por los
cuatro costados acabamos sabiendo que los condenados ofrecían un blanco
fácil para la seguridad del estado que confluyó con los intereses
objetivos de perpetuación del castrismo. Las francachelas, las aventuras
sexuales, los negocios turbios, el alto tren de vida y las insolencias
de quienes se creían intocables, como el altivo general Ochoa que
desdeñó defenderse de las acusaciones cuando Raúl Castro le dio la
oportunidad de encontrar una solución en privado, fueron aprovechadas
por un Fidel Castro siempre atento que organizó el descabezamiento de
sus fieles servidores del Ministerio del Interior para evitar ser
salpicado por los tratos que habían realizado con el narcotráfico
colombiano en busca de divisas y, de paso, aplastar cualquier posible
conato de oposición interna procedente de las propias filas de los
protagonistas de la Revolución. Sus dulces guerreros fueron al paredón
por ella y por su Comandante en jefe.
Ejemplos como esta obra nos muestran, a pesar de que no nos
demuestran, que la Literatura no debería ser apartada tan frívolamente
del panorama del conocimiento para recluirla en el del entretenimiento."
Sobre la relació entre art i vida
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S’ha discutit molt sobre qui o què imita i què fa de model. Diria que és un
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Hace 2 semanas