7 de abril de 2014

Crónica de la Nueva Edad (07/04/2010)


El jueves de la semana pasada llovió tierra sahariana sobre Barcelona durante buena parte de la mañana. La procedencia la aseguró el "hombre del tiempo" de la Televisió Nacional Catalana. Para uno llovió suciedad. Una suciedad que enmerdó toda la jornada. Por la tarde, un intenso aguacero limpió en parte las calles fangosas, las plantas terrosas y los ventanales polvorientos pero no enderezó el día lo suficiente porque, cuando todavía llovía, en una Televisión Nacional Española que uno sintoniza en ocasiones para reír aprovechando la retahíla de desgracias sensacionalistas y forzadas que enhebran los redactores, ocupó más de dos minutos la noticia (por decirlo de alguna manera) de que los Académicos de la lengua española habían editado un libro dedicado a cada una de las letras del alfabeto. Uno se levantó pesadamente de la mesa para cambiar de canal ante la exhibición de masturbación lingüística patriótica de la información y se pasó al de la Televisió Nacional Catalana, por la previsión meteorológica, sólo para encontrarse con otro ejercicio de masturbación, eso sí, algo más prolongado: cinco minutos, en pleno noticiario de máxima audiencia, sobre la recuperación del "verso en catalán" que tanto ha hecho por la "unidad" del país. Hubo que cerrar el aparato. Cuando después de cenar lo volvimos a encender, nos encontramos con otra acrobacia onanista: el anuncio de la emisión de un reportaje sobre la Mancomunitat que, hay que agarrarse con la grosería y memez del anacronismo, según los nuevos periodistas e historiadores, fue el primer intento de "crear estructuras de Estado" (frase preferida de CiU los últimos años) y un factor clave en el mantenimiento - de nuevo - de la "unidad" del país. Fue una estupidez del mismo calibre que afirmar que Jacint Verdaguer ya era, de alguna manera, del Barça. En fin. ¡Y qué decir de tanta retórica de la unidad! Pues que pronto seremos no sólo una unidad sino que tendremos algún tipo de destino en algún lugar: no cabe duda alguna.

Por cierto, para aquellos que siguen tomándose a risa el órdago secesionista y que cuentan con el aparente apoyo europeo a la posición del gobierno español como garantía de que "aquí no pasará nada", cabe recomendarles el excelente análisis de Antonio Turiel sobre la inevitabilidad de la independencia de Catalunya. Tal vez confunda, en mi modesta opinión, hegemonía con mayoría democrática y olvide que la frase de las cancillerías europeas de más peso, "es un asunto interno de España", implica un apoyo explícito a la posición del gobierno español, pero su descripción de los motivos que podrían llevar a la UE a forzar la entrada de Catalunya en la organización es razonable y plausible y muestra que la aparente coyuntura favorable a los intereses de España puede no ser tal o girársele en contra más pronto que tarde. Algo que uno lleva tiempo afirmando de forma menos depurada. ¿Se les helará la sonrisa a los voceros de la derecha españolista que insisten en que "El 9 de noviembre no se celebrará ningún referéndum en ninguna parte. Y el 10 de noviembre amanecerá un día como cualquier otro, igual de vulgar, anodino y rutinario como cualquier otro. Tras el ruido y la furia no vendrá nada, nada más que el desencantado despertar a la realidad de los seguidores del flautista cuatribarrado de Hamelín. Ocurrió cuando la Transición: el súbito fin del sueño revolucionario de una generación, la mía, no dio paso a la radicalización de los exaltados, sino la deserción general desde la militancia hacia la vida privada. Pasará lo mismo"?