El largo "excursus" de las notas anteriores no es ajeno en absoluto a la experiencia de la lectura de Lévinas que uno se proponía describir pues
Totalidad e infinito,
publicada en 1961 en La Haya, ha constituido uno de los pilares sobre los que se apoyó la crítica al pensamiento totalizador del
postestructuralismo francés de los setenta. Sin ese trasfondo de la historia del pensamiento occidental resulta difícil evaluar con un mínimo cuidado la importancia del filósofo francés.
Como en el caso de Bloch y de una parte de la tradición filosófica continental a partir de Hegel, Lévinas al abordar el problema de la exterioridad, la diferencia y la alteridad, no puede recurrir a los procedimientos académicos usuales de argumentación y exposición en su intento de pensar "lo impensable" o "lo impensado". Pero esta dificultad temática se agrava con su imperturbable convicción de que la metafísica es, de alguna manera, "la" Filosofía en el aristotélico sentido de una "filosofía primera" aunque con un contenido radicalmente distinto. Propósito, metafísica y una tradición que hunde sus raíces en la Fenomenología y las teologías cristiana y judía, hacen que la experiencia de la lectura de
Totalidad e infinito, que tiene mucho que ver con la experiencia de la construcción de lo real al modo de las grandes narraciones de la Historia de la Filosofía como
La Ciencia de la Lógica o
Ser y Tiempo, sea internarse en una reconstrucción prácticamente general, que no total, de lo existente y lo no existente, de lo mismo y lo otro, de la identidad y la diferencia, del ser y la nada: penetrar en una empresa de producción del mundo en la cual la enorme plasticidad del desarrollo y la audacia de la prosa van de la mano de la escasez de la argumentación, la falta de definición ordenada y sistemática de los conceptos, las ambigüedades, el uso recurrente de conceptos en posición de metáforas y, en otros momentos, de metáforas en su propio papel, o la abundancia de pasajes "oscuros".
Sin embargo, estos déficits" respecto al repertorio tradicional de la Filosofía, como en la gran obra de Heidegger y a diferencia de Bloch, lejos de restarle fuerza le dan un vigor especulativo, una originalidad y una capacidad de generar sentidos, y explorar caminos reflexivos, extraordinaria. Vivir entre las páginas de
Totalidad e infinito es asistir al levantamiento no de un mundo, sino "del" mundo y extasiarse ante la exhuberancia de vías que se abren a nuestro alrededor para su tránsito. Es una especie de
Second Life, de mundo virtual que no necsita de una consola para generarse.
Mas donde la experiencia de la lectura de Lévinas resulta especialmente fructífera es a la hora de pensar el problema de la relación más allá, y más acá, de cualquier holismo: es una herramienta excelente para combatir el pensamiento totalizador que se ha enquistado en la descripción, admitida como inevitablemente parcial, de "los estados de cosas" y en la moralidad.
El punto radial del discurso levinasiano es "la separación", la insalvable distancia entre lo mismo y lo otro, entre el yo y la exterioridad, entre lo idéntico y lo diferente: una separación absoluta e indomable. No se trata de cualquier exterioridad o cualquier alteridad: lo absolutamente Otro está separado de lo Mismo y aunque pueda entrar en relación con éste ni se ve afectado por esta relación ni deja de mantener su radical exterioridad. Es una ilusión del pensamiento de la mismidad creer que domeña a la alteridad por pensarla en referencia a él, por pensarla bajo sus categorías: la exterioridad sigue siendo diferente e inasible, permanece obstinada en su independencia y rehuye, así, cualquier síntesis posible en una totalidad. Y menos bajo la forma de una suma de conexiones puesto que la desconexión es la forma primaria de cualquier posible relación ulterior y ésta no afecta de la misma manera a los miembros ensamblados en ella.
En sus palabras: "Se trata de sustituir la idea de totalidad en la que la filosofía ontológica reúne -o comprende- verdaderamente lo múltiple, por la idea de una separación que se resiste a la síntesis" (trad. de Daniel Guillot, p297).
Y frente a Hegel:
"La relación entre el Y o y el Otro comienza en la
desigualdad de términos, trascendentes el uno con relación al otro, en donde la alteridad no determina al otro formalmente como la alteridad de B con relación a A que resulta simplemente de la identidad de B, distinta de la identidad de A. La alteridad del Otro, aqui no resulta de su identidad, sino que la constituye: lo Otro es el Otro." (p262).
Fin, por tanto, de cualquier ilusión totalizadora: la alteridad de lo otro es tan radical que permanece fuera de su alcance y aunque pueda entrar en relación con él, esta conexión no es una alteración de lo otro por lo mismo porque lo otro está absolutamente fuera de su alcance.
Au revoir al "todo está conectado con todo" y "todos somos responsables de todo ante todos". Separación, exterioridad radical, conexión asimétrica cuando no carencia de conexión. Con estos útiles debe ser pensada la relación.