12 de abril de 2014

Muerte de un ciclamen



Esta mañana, primer día del turno de vacaciones que a uno le corresponde, mientras tomaba el café con leche y fijaba la vista en el ciclamen que definitivamente se ha secado, ha acontecido una especie de acontecimiento "paulino": una caída del caballo de acero de la política, el sindicato y el trabajo hacia el suelo de la poesía. Era suficientemente temprano como para que haya tenido bastantes horas para escribir y concluir, más o menos, un poema, "Muerte de un ciclamen" y para empezar a dar cuenta de la pila de volúmenes de poesía que seguía desde hacía varios meses, impertérrita, en el ala izquierda del escritorio. Entreguerras de Caballero Bonald ha sido el encargado de romper el fuego. Una comida con pasta con albahaca fresca y tomates cherry y un rape pescado ayer mismo que hemos regado con un genial Ribera del Duero, han ayudado a que se mantuviera la continuidad en una jornada que, por momentos, ha semejado la propia de un activo y consciente ciudadano de la República de las Letras y no la de un alienado súbdito del capital testigo de los albores de una conflagración aun por determinar si local o más general.

Ahora, la euforia hace concebir planes que poco tienen que ver con los asuntos que ocupaban mi mente días atrás: tengo una semana para escribir dos colaboraciones, leer varios textos, disfrutar de la comida, descansar y, si todo va bien, retomar un proyecto poético que sigue, desde hace varios años, su propio ritmo lento y sincopado. Ya... Veremos...

Mientras, Clàudia en Belgrado...